Tan rico como un Anchorena
El inicio de la fortuna de los Anchorena en el Río de la Plata comienza con Juan Esteban, un español que llegó a Buenos Aires hacia 1751, con solo quince años . Inició su carrera como dependiente de una casa comercial, pero en la década de 1760 se independizó y para 1775, cuando contrajo matrimonio con la hija de una familia de mercaderes prestigiosa pero empobrecida, ya había acumulado un patrimonio considerable, así logra ingresar al círculo de los privilegiados, toda la élite comercial en relación a España creció. Esto lo habilitaba al acceso a los cargos de alcalde y regidor en el cabildo, como así también el derecho a la propiedad y a recibir mercedes de tierras. Muere en 1808 para entonces su fortuna se ubicaba entre las mayores de la reciente capital del virreinato del Río de la Plata. Recordemos que con la fundación del Virreinato y con la Ley de Libre Comercio con España nuestra ciudad puerto fue habilitada, deja de ser el patio de atrás del Virreinato de Perú para encabezar una salida de la plata del
Potosí y los cueros de la pampa bonaerense.
A la derecha Sra Ercilia Cabral Hunter de Anchorena
y Maria Hunter Roca
Juan Esteban Anchorena no mostró interés en ingresar en nuevas actividades, por ejemplo, en invertir en bienes de renta urbana, como era frecuente entre los comerciantes rioplatenses de fortuna más antigua. Siguió centrado en el tipo de intercambios transatlánticos e interregionales gracias a los cuales debía su fortuna. En repetidas ocasiones sacaba a alguno de los encumbrados personajes de aquella sociedad de algún apuro económico, provocado frecuentemente por deudas de juego, al que eran tan afectos los señores; en muchas oportunidades, ante la imposibilidad del pago en efectivo, estos préstamos se pagaban con tierras de poco valor para los patricios pero muy deseadas por los estantes para alcanzar el estatus de terratenientes. Estos bienes de Anchorena se mantienen más concentrados que en otras familias porque sólo le sobrevivieron tres hijos. Talento empresarial y prudencia a la hora de optar por las operaciones seguras hicieron que el primer Anchorena en el Plata dejase a sus descendientes un patrimonio muy considerable .Cuando su padre falleció , Juan José, Tomás Manuel y Nicolás de Anchorena contaban con una importante base a partir de la cual seguir ascendiendo con la riqueza familiar. .
Los integrantes de la segunda generación de los Anchorena tuvieron que hacer frente a las
guerras de independencia y luego las civiles que hizo que el comercio a distancia
se tornara difícil y riesgoso. Mientras que la apertura al comercio atlántico derribó las
barreras legales que protegían a los comerciantes españoles y criollos de la
concurrencia extranjera. Bajo la presión de los mercaderes provenientes del
Atlántico Norte, el patrón de importaciones experimentó una profunda mutación.
El comercio de bienes de lujo y de productos provenientes de España perdió
relevancia, y creció de modo explosivo la importación de textiles de algodón de
bajo precio (en su mayoría británicos Así, luego de 1810, se registra que los hermanos sostienen una importante actividad vinculada
con puertos y comerciantes del Mediterráneo, Brasil y el Caribe, desde donde
introducían productos tales como papel, vino y aguardiente, azúcar y yerba.
Además centraron sus negocios en espacios geográficos relativamente protegidos de
los efectos de la guerra y la fragmentación política: Buenos Aires, las provincias
del interior y la región litoral. También
incursionaron en en la compra, acopio y
exportación de cuero. Los tres hermanos lograron sobreponerse a la tormenta
iniciada en la Revolución de Mayo e
incrementar lo que cada uno recibió en
herencia.
A partir de la década de 1820, por primera vez, los Anchorena comenzaron a volcar recursos hacia la actividad rural. Con la Ley de Enfiteusis de la época de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia los hermanos adquirieron grandes extensiones de campo, en las tierras de frontera de la provincia de Buenos Aires, de bajo costo y la adquisición de ganado para iniciar la actividad ganadera. Los Anchorena contaron con el asesoramiento de su primo J.M. de Rosas en la compra de tierras, y actuó como administrador de sus intereses rurales y, cuando decidió volcarse de lleno a la carrera política, dejó al frente de las estancias de sus parientes a administradores de su confianza. Para los Hnos. Anchorena su competencia para la gestión de una empresa rural se vio circunscrita a los aspectos comerciales de la actividad, ya que todo lo referido al proceso productivo les siguió resultando ajeno. De hecho, ninguno de los tres visitó jamás ninguna de sus propiedades en la campaña.
Los Anchorena comienzan a involucrarse en puestos políticos.
Nicolás Anchorena en 1821 fue diputado provincial por
primera vez, cargo que ocupó hasta la disolución de la Cámara de Representantes
en 1825. Se unió al partido federal de Manuel Dorrego, y colaboró política y
económicamente en su ascenso al gobierno. Fue nuevamente diputado provincial.
Durante la revolución de Juan Lavalle, de diciembre de 1828, acompañó a Dorrego
hasta que fue capturado para su fusilamiento. Fue arrestado y expulsado a
Montevideo. Regresó después de la derrota de Lavalle, y apoyó al gobernador
Rosas a lo largo de todos sus gobiernos. Fue diputado en la legislatura
provincial durante más de veinte años. Varias veces fue propuesto para el cargo
de gobernador, pero renunció a reemplazar a Rosas. Luego de Caseros se alineó
con Urquiza.
Mientras que Tomás Manuel de Anchorena fue un político y abogado argentino, conocido por haber
firmado, junto a otros 32 diputados, el acta de la Declaración de la independencia argentina. Entre sus hijos encontramos a Tomás Severino de Anchorena que fue un abogado argentino que ejerció como Ministro de Relaciones Exteriores y del Interior durante la presidencia de Luis Sáenz Peña, en la última década del siglo XIX.
Fig. de la der.: Enriqueta Salas de Anchorena y Sara Josefina Anchorena
Todo esto hizo que
se contasen entre los mayores
terratenientes de la pampa, a la vez que dirigían parte de sus activos hacia la
adquisición de bienes de renta urbana, un sector en el que tampoco habían
incursionado en el pasado. Estos dos nuevos destinos de inversión, convivieron
con negocios en el comercio y el préstamo, áreas de inversión en los que los
Hnos. venían incursionando desde tiempo atrás y que mantuvieron su vigencia.
Distintos factores impulsaron la expansión productiva rural,
entre los que se cuentan el incremento y la sofisticación de la demanda externa
de productos como lana y carne, las novedades tecnológicas que revolucionaron
el sistema de transportes (en particular el ferrocarril y el barco de vapor),
el auge de la inversión extranjera y la expansión de las instituciones
financieras y el mercado de capitales.
Con el correr del siglo Pedro Anchorena –el único hijo varón de Juan José-, y Juan N. y Nicolás (los hijos de Nicolás),
sin duda son los más poderosos
integrantes de esta tercera generación. Aprovechan para incrementar sus tierras
con las ganadas al indígena. Desde entonces pusieron bajo su control tierras
que antes habían cedido en arriendo e invirtieron sumas considerables en
equipamiento. Por ejemplo en cercos de
alambre.
Mercedes Castellanos, la viuda de Nicolás Anchorena,
continuó con la inversión rural que
caracterizó a esta familia en las décadas del auge exportador. Hizo construir
por el Arq. Cristophersen un gran Palacio.
Pero también impulsó la construcción de varios edificios para la
Iglesia. Erigió la Basílica del Santísimo Sacramento, en un terreno de Buenos Aires, donado por
ella, donó el altar de mármol del Señor del Milagro en la Catedral de Salta y
parte de las instalaciones del Seminario Conciliar de Buenos Aires, inaugurado
en 1897, en compañía del Arzobispo Uladislao Castellano y del presidente José
Evaristo Uriburu. Ella ejerció la beneficencia y dio becas a jóvenes del
interior, que eran aptos para ser admitidos por el Colegio Pío Latino en Roma.
Por tales acciones fue la primera mujer argentina a la que la Santa Sede le
otorgó el título nobiliario de Condesa Pontificia y además la condecoró como
Dama de la Rosa de Oro; pero su generosidad no menguó su patrimonio ni le impidió continuar
invirtiendo en el campo. Tuvo diez hijos algunos de los cuales vivieron con ella
enfrente de la Plaza San Martín. El regalo de matrimonio que le dio a su hija
Josefina Anchorena fue un palacio de construido en 1886 por el arquitecto
Ernesto Bunge, luego sede del Museo de Arte Español Enrique Larreta. Cuando
falleció, en 1920, dejó quizá la primera fortuna argentina de su tiempo. Algunos
Anchorena se dedicaron a disfrutar la despreocupada vida del rentista.
La opción de arrendar sus extensas propiedades resultaba
especialmente atractiva para las viudas o las solteras emancipadas de la tutela
de sus padres de la familia, ya que les aseguraba un ingreso seguro y creciente
en el tiempo. Al igual que en etapas previas, estas mujeres continuaron gozando
de rentas urbanas. Así, por ejemplo, Agustina, una de las hijas de Tomás
Manuel, fijó su residencia en París, adonde le llegaban regularmente los
arrendamientos devengados por las hectáreas que poseía en Dolores. Uno de los
nietos de Nicolás Anchorena, Fabián Gómez de Anchorena, empleó su dinero como
llave de entrada en la alta sociedad española en las décadas de 1870 y 1880.
Formó parte del séquito del futuro Alfonso XII, a quien en ocasiones parece
haber superado en su capacidad de derroche. Aarón de Anchorena también llevará
una vida de extravangancias que incluyen
volar en El Pampero.
En esta etapa, varios miembros de esta familia se destacaron
como estancieros modernizadores. Los hijos de Tomás Severino testimonian la
emergencia de esta nueva figura empresarial, a su vez reveladora del gusto por
la vida rural que constituye un rasgo típico de la elite de ese período.
Esteban alcanzó renombre como criador de animales de raza y convirtió su cabaña
Santa Clara en una de las más prestigiosas del país a comienzos del siglo XX;
otro tanto puede decirse de su hermano Joaquín, propietario de otra afamada
estancia, La Merced. Los hijos de Nicolás Anchorena también destinaron parte
importante de sus enormes recursos a la mejora productiva de sus estancias, a
las que además transformaron en ámbitos destinados a desplegar un fastuoso
estilo de vida: Emilio hizo construir una gran residencia en La Azucena,
Enrique hizo otro tanto en El Boquerón y Aarón, en su propiedad de San Juan, en
el vecino Uruguay (más tarde convertida en la residencia de verano del
presidente de este país). Su hermana Josefina los superó en derroche y
ambición: su estancia Acelain se cuenta entre las más magníficas de la pampa.
En general, todos los integrantes del clan Anchorena de la primera mitad del siglo XX hicieron de la actividad rural el centro de sus intereses económicos, concentrando su energía en la administración de la herencia territorial recibida, que a lo sumo combinaron con el ejercicio de la abogacía o alguna otra profesión liberal.
Fig a la derecha Dr Joaquin Samuel de Anchorena y señora
Desterrado el ausentismo y reforzados los lazos afectivos
con la vida rural y la actividad ganadera, en este período los Anchorena
terminaron de convertirse en verdaderos estancieros.
En 1918 nos volvemos a encontrar con los Anchorena. La célebre huelga de Vasena que dio origen a lo que posteriormente dio en llamarse "la semana trágica", se vio duramente agravada por la injerencia de la Asociación Nacional del Trabajo (famosa reclutadora de carneros) , una asociación empresaria que temía por la revolución Rusa, y que fue promotora de la Liga Patriotica. Joaquín de Anchorena, uno de los descendientes de Nicolás, quien poco tiempo después seria presidente de la sociedad Rural argentina pertenecería a ese grupo. También fue presidente del Jockey Club en dos oportunidades: entre 1922-1923 y 1958-1959.
inevitable. Precisamente por el carácter esencialmente agrario del patrón de inversiones adoptado a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, al cabo de algunas décadas tres procesos de distinto ritmo de desarrollo los afectaron con particular intensidad: la depresión mundial, las leyes de arrendamiento de 1943 y la fragmentación de la propiedad como consecuencia de la partición hereditaria. La crisis del treinta golpeó con fuerza a los Anchorena. Para enfrentar estas dificultades, los Anchorena debieron adoptar un estilo de vida más austero y liquidar parte del patrimonio. La venta de dos de ellas marcó, en lo que a estilos de vida de la
Fig. a la derecha Ex Palacio Anchorena actual Palacio San Martín sede de Cancillería
elite se
refiere, el fin de una época. En 1936, los descendientes de Mercedes
Castellanos vendieron su magnífica casa al Estado nacional; el Palacio San Martín
desde entonces pasó a alojar al Ministerio de Relaciones Exteriores. Tres años
más tarde, la formidable mansión de Lucila de Anchorena fue demolida y el
terreno fraccionado y vendido en lotes más pequeños. Al mismo tiempo, les
aseguró a los agricultores arrendatarios la posibilidad de permanecer en las
tierras que ocupaban a cambio de un canon congelado, cuyo valor nominal los
propietarios tenían prohibido incrementar pese a la elevada y persistente
inflación que signó al periodo de posguerra. Desde las primeras décadas de la
nueva centuria, las extensas propiedades acumuladas por la segunda y la tercera
generación de esta familia comenzaron a fragmentarse. Ello sucedió al mismo
tiempo que el descenso de la mortalidad infantil (resultado de avances de la
medicina y mejoras sanitarias), combinado con la persistencia de valores
familiares tradicionales que promovían altas tasas de natalidad entre las
familias de clase alta, incrementaba el tamaño de las nuevas generaciones a un
ritmo notablemente más veloz que en el pasado.
Así el clan Anchorena comenzó a perder importancia después
de un siglo y medio de prosperidad. Y lamentablemente a fines del siglo XX los vemos asociados a los dictadores. Por ejemplo
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