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viernes, 25 de noviembre de 2022

Las mujeres de Juan Manuel de Rosas

 

Las Mujeres de Juan Manuel de Rosas

El brigadier Don Juan Manuel de Rosas se rodeo en su mayoría de mujeres de mucho carácter como su madre y su propia esposa.

Agustina Josefa Teresa López de Osornio 


Su madre fue Doña Agustina Josefa Teresa López de Osornio que nace en Bs AS a finales del virreinato,
 desde muy temprano se hizo cargo de la estancia "Rincón de López", que había heredado, ubicada en la margen sur de la desembocadura del río Salado, con la notoriedad que se encuentra en tierra indígena porque el Salado era el que marcaba el límite de ocupación de los criollos.  Se destacará por ser estanciera, hábil jinete, pionera de la ganadería argentina al sur del río Salado. Se casara con Don León de Ortiz de Rosas quien siente adoración por su mujer y acepta de buen grado la administración de sus tierras. Esa vida alejada de la ciudad hizo que  año a año se sumaran los hijos, veinte partos,  pero sólo diez  de esos niños, llegaron a la vida adulta.

La flia. había pensado para su hijo Juan Manuel una carrera en el comercio,  por eso lo pusieron de dependiente en un negocio, pero el joven gozaba de las tareas camperas, así que huyó de su casa y se puso a administrar cambios ajenos primero, propios después y es por esta ruptura que cambia su apellido por el de Rosas.


Como toda familia de renombre realizaba tertulias donde se encontraban las familias de su círculo social  se compartía bailes, charlas, chocolate o mate.


Da. Encarnación Ezcurra Argibel

Su esposa Da. Encarnación fue una gran aliada y tuvo un papel importante en su militancia.

Rosas y doña Encarnación comienzan un noviazgo  en contra de Da Agustina, pero doña Encarnación, con conocimiento y acuerdo de Juan Manuel, encontrará la manera de ser aceptada, le manda una carta a Juan Manuel en el que desliza que se encuentra embarazada. Así su suegra, con el fin de evitar desprestigios y murmuraciones sobre su flia. acepta el casamiento de Da Encarnación y Juan Manuel.

Se dice de Da Encarnación que era hombruna, pero mostró un fervoroso compañerismo, tendrá tres partos, de los que sobrevivirán dos hijos: Juan y Manuela.

Cuando su esposo parte a hacer una expedición al desierto, buscando garantizar la llegada a las Salinas para la industria saladeril, defendiendo en parte intereses personales ya que él era empresario de ese rubro,  ella será la que maneje la vida política de los seguidores de Juan Manuel, se decía que encabezaba a un ejército de negras que delataban a las familias donde trabajaban por faltas con la Federación. No había como las negras del servicio para descubrir y delatar traiciones puertas adentro de las casas.

Sobre su enfermedad mortal, su velatorio, su ataud, su traslado al panteon de los Ortiz de Rosas pueden leer el siguiente artículo periodístico 


Josefa Ezcurra


Su cuñada, hermana de Da Encarnación a su muerte la reemplaza en algunas tareas políticas como regentear la red de negras que espiaban para el Régimen.

Estaba casada inicialmente con un comerciante español que al estallar la Revolución decide volverse a la península, ella se quedará con su flia. pero luego partirá al Norte siguiendo al Gral. Manuel Belgrano con quien tuvo un breve romance. Cuando queda embarazada Belgrano le propone que ese
no era el ambiente para dar a luz a un niño y criarlo. Da. Josefa arregla parir en una estancia amiga en Sta. Fe y escribe a su Hna. y cuñado para que adoptaran a Pedro. Así Pedro Rosas y Belgrano se convertirá en el primer hijo de la pareja recién casada. El niño se criara cerca de su madre en la gran casona de San Benito de Palermo, actualmente Parque 3 de Febrero. 



En ese momento las porteñas pusieron de moda unos peinetones muy grandes, se suponía que el tamaño era proporcional a la alcurnia de la portadora, así Hipólito Bacle ha dejado testimonio de ellas. Las señoras rosistas hacían esculpir en sus peinetas el rostro de J M de Rosas o de Da Encarnación como signo de su  afiliación política.

Manuelita Rosas

La niña se crió y educó en San Benito de Palermo donde su Tatita tenía su sede gubernamental pero
ella pudo quedar ajena a esa situación  hasta la muerte de su madre se convirtió en Primera Dama, su padre la llevara a fiestas y candombes, a los que se dice era muy afecta. Se convierte en jefe de relaciones pública y con el tiempo comenzará a intermediar los pedidos de clemencia que recibía ante  su padre.

Adoraba a su tatita, sin embargo, por sus celos sacrificó su juventud, recién cuando está en Londres exiliada podrá casarse con su comprometido Máximo Terrero que la seguirá hacia Inglaterra y con el que tendrá dos niños. Veló por el bienestar del brigadier hasta el día de su muerte que como no podía ser de otra manera le sostuvo su mano hasta el último suspiro. 



El Retrato que  Prilidiano Pueyrredón pintó con gran maestría de Manuelita  se constituirá en primer mujer en aparecer en un billete argentino en la década de 1990. El de veinte pesos que tiene en el  frente la efigie de Rosas y una réplica de este cuadro y en el anverso un cuadro en recuerdo de la Vuelta de Obligado 20 de Nov de 1845.


Ella y su marido no sólo facilitaron los documentos a Adolfo Saldías para su investigación, que sería la obra primigenia del revisionismo histórico, sino que posibilitó que el sable del Libertador San Martín, que éste legara en testamento a Rosas, fuese cedido al Museo Histórico Nacional.

"El sable del Libertador -nos dice Jorge Sulé en su "Cinco Mujeres de Rosas" (2013)- entregado en la embajada Argentina en Londres y despachado en un vapor inglés, arribó al puerto de La Plata el 28 de febrero de 1897".

Pasó sus últimos años padeciendo una larga enfermedad. Murió a los 81 años, en la capital británica, el 17 de septiembre de 1898 

Al fallecer fue enterrada junto a su padre que sin embargo fue repatriado en 1989 no así su hija que sigue en Inglaterra.


Eugenia Castro

Mientras que vivió Da. Encarnación, Rosas parecía no necesitar otra mujer a su lado. Pero cuando ella enfermó, aparece  Eugenia Castro una adolescente que un comandante federal le deja a su cuidado. Atenderá a la señora, pero Rosas la tomará como manceba. Fruto de esta relación tendrán 8 hijos que también vivirán en la casona de Palermo. Cuando es derrotado en Caseros Rosas se prepara para exiliarse en Inglaterra y le pide a Eugenia que la acompañe pero con sólo dos de los niños, lo que valió la negativa de la joven a seguirlo. Quedó sola con su prole en una situación muy apretada teniendo que recurrir a la justicia para que esta le restituya una casa que su padre le legó pero como Rosas la administró cuando expropiaron todos sus bienes también lo hicieron con la casa de Eugenia.

Otras mujeres de la familia del Restaurador

San Benito de Palermo. Así se llamaba la casa  quinta de Rosas.

Las hermanas de Rosas brillan cada una a su modo, en la sociedad federal. La mayor Gregoria se casa con Felipe Ezcurra, hno. de Da Encarnación, seguidora de la tradición de señorío aprendida de su madre.

Da. María unió su destino al comerciante Baldez. Lucio V Mansilla la recordará como una de las tías más tolerante a la travesura de hijos y sobrinos. También deja el testimonio que cuando la familia queda arruinada económicamente se pone a hacer dulces y confituras que vendía.

Da Andrea se caso con un comerciante que fue tachado de enemigo y tuvo que retirarse de toda actividad pública.

Da. Mercedes, desde niña cultiva el gusto por la lectura, en su estancia de Ensenada se supone escribió “María de Montiel”, una novela romántica.

Da Agustina Ortiz de Rozas de Mansilla fue considerada la mujer más bella de su tiempo, y se convierte en la reina indiscutida de las fiestas y reuniones federales. Además participará en la Sociedad de Beneficencia presidiéndola desde 1845 a 1852. Se la conoce también por ser madre de dos literatos: Lucio V Mansilla y Eduarda Mansilla de García.



Mercedes Fuentes y Arguibel será una joven rosista asidua concurrente a las tertulias que Manuelita hacía en San Benito de Palermo. Se casó con Juan Bautista Rosas y acompañó a la familia en el exilio.

Eduarda Mansilla Ortiz de Rozas de García

 Pertenecía a una verdadera elite, tanto en lo social, como en lo político y cultural, Sobrina de Rosas,
hija de Lucio Mansilla y hna. de Lucio V Mansilla;
 fue una escritora y periodista 
argentina del siglo XIX, precursora en su género, cuya obra transcendió el ámbito nacional mereciendo el privilegio de ser traducida a otros idiomas. Es una de las primeras mujeres argentinas que logra consideración por su labor literaria.

Sus obras abarcaron casi todos los géneros literarios, incursionando con verdadera en la novela, el drama, obras de teatro, ensayos filosóficos, artículos periodísticos de diversa temática y la crítica musical.

Su primera obra literaria, es una novela: El médico de San Luis editada en Buenos Aires en 1860 y firmada bajo el seudónimo de Daniel, lo que la convierte en la primera novelista argentina. 

En el mismo año, nos regala otra novela: Lucía Miranda (dedicada al personaje femenino del fuerte de Sancti Spiritu, primer asentamiento europeo en Argentina de la expedición de Gaboto), también firmada bajo el seudónimo de Daniel. 

Eduarda acompaña a su marido en sus funciones diplomáticas por EEUU y Europa. En París editó una novela en francés titulada: “Pablo ou la vie dans les pampas”, que originariamente fue editada como folletín en la revista “L’artiste" y posteriormente en libro. Fue traducida al castellano por su hermano Lucio Victorio Mansilla y publicada en el diario La Tribuna en capítulos. Pese a no tener un conocimiento directa de la vida en las pampas, Eduarda trazó un paisaje histórico costumbrista de gran valía. Bien pude decirse que Eduarda se adelanta a su hermano y a Hernández en el género gauchesco.

Junto a Juana Manso y Juana Manuela Gorriti, ostenta el privilegio de ser una de las primeras escritoras argentinas y pionera en el género de Cuentos Infantiles. Eduarda Mansilla da a conocer cuentos cuentos infantiles publicada en la Argentina, que incluye siete cuentos infantiles, un relato supuestamente biográfico -"Tío Antonio".

Colaboró con diversos medios periodísticos, utilizando  

su nombre o pseudónimos, tales como “Daniel” o  

“Alvar”.

Juanita Sosa, La Edecanita fue nombrada así por pertenecer al séquito de  Manuelita y ser su amiga y compañera en tertulias, paseos y ceremonias oficiales.

Si bien al exiliarse Manuelita le encarga su cuidado a su tía Petrona Villegas de Cordero,  necesitó de cuidados especiales terminando sus días en el Hospital de Alienadas.

Rosas no interrumpió durante su exilio su relación con las mujeres a las que había  confiado papeles de colaboradoras y activistas en este sentido ocupó un lugar relevante  Josefa Gómez. Tras el exilio se convertirá en su corresponsal, informándole sobre  cuanto ocurría en el país. Por esta correspondencia podemos conocer como fue su vida  en el exilio, su fatigoso trabajo en su chacra y la vida austera a la que se sometió. Como  sus bienes en Bs As le fueron confiscados, a ella le asignó la recaudación de fondos entre

sus parientes y adeptos para aliviar sus estrecheces y le confió las tratativas con Urquiza  para que éste lo ayudara económicamente.