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martes, 13 de junio de 2023

Las mujeres en la vida del General Belgrano

 

Las Mujeres de Belgrano

Manuel Belgrano protagonizó historias apasionadas, en su lucha por la libertad de la Patria

 La primera mujer importante en la vida de Manuel Belgrano sin duda ha sido su madre, Doña María Josefa González Casero,   que atravesó dieciseis partos sobreviviendo trece hijos. Una mujer devota que supo mantener a su familia cuando su esposo fue injustamente a prisión.Seis años después de iniciado el juicio, y tras idas y vueltas epistolares de María Josefa, la Justicia absolvió al padre de Manuel. Pero la familia no recuperó todos los bienes embargados, ni el detenido su ánimo. Murió un año más tarde. Como todas las matronas de la época inculcó en su hijo una fuerte devoción cristiana, que no sólo lo reflejará en su vida sino también en su ejército, ya que cuando presidía las tropas de la Expedición al Norte hacía rezar a esos criollos, gauchos y  negros improvisados en soldados todas las mañanas con la convicción de transmitirles los valores de la fe y la moral. 

Se dice que  las mujeres significativas en la vida de Manuel rompieron cánones, se arriesgaron y dejaron sus marcas aunque no aparezacan en los textos de la historia nacional. No eran feministas, eran temerarias y osadas, fanáticas de la libertad en el más amplio de los conceptos, para un mundo actuado y contado solo por varones. 

Las Mujeres de Belgrano
En medio de la lucha en el Consulado Manuel conoció a Josefa Ezcurra quien acompañaba a su padre a esas reuniones, allí comenzó un idilio que fue interrumpido por los Ezcurra que creían que Belgrano no estaba a la altura de su hija, haciéndola casar con un primo comerciante próspero español. Pero producida la Revolución de Mayo éste se vuelve a su patria, abandonando a la joven patriota. 

Manuel Belgrano luchará como muchos porteños frente a las Invasiones Inglesas y tal vez se cruzó con Martina Céspedes y Manuela Pedraza, luego formará el grupo más radicalizado de nuestra Revolución de Mayo lo que lo llevará a convertirse primero en  vocal de la Primera Junta y luego en improvisado General para unir a Paraguay con las decisiones porteñas primero pero luego lo enviarán a enfrentarse con los realistas en el Norte.


Maria Remedios del Valle,

Hubo mujeres que abrazaron decididamente la causa patriótica, como María Remedios del Valle, parda y analfabeta, que tuvo un heroico desempeño en el Ejército del Norte acompañando a su marido y sus dos hijos, quienes lamentablemente no sobrevivirían a la campaña. . Pero María de  los Remedios no sería la primera ni la más aguerrida mujer que participó en nuestros ejércitos. Quedó probado, que madres, esposas, hijas o hermanas, se sumaban a los batallones militares, al comienzo relegadas por parte del ejército a tareas típicamente femeninas, pero cuando el peligro acechaba no dudaron en desenfundar las armas   activar cañones y otras actividades que quedaron registradas en los partes militares en las  guerras por la Independencia. María  combatió en el regimiento de artillería de la Patria. En una ocasión, siendo prisionera de los realistas, ayudó a escapar a los jefes patriotas y luego logró escapar ella. Peleó con agallas, asistió a los heridos y por esta razón Belgrano, que era reacio a incorporar mujeres, le dio el grado de capitana .Esto le valió el reconocimiento de la Cruz Roja Argentina al considerarla una de las primeras enfermeras argentinas.Esta hija de Buenos Aires, que perdió a su esposo e hijos en las guerras independentistas,e incluso sufrió azotes que marcaron su cuerpo para siempre, envejeció pidiendo limosnas delante de las iglesias o vendiendo pastelitos por la calle a pesar de haber participado como auxiliar de las Invasiones Inglesas y acompañar al Ejército del Norte (en la caída de Huaqui, la retirada del Alto Perú, el Éxodo Jujeño, las victorias de Tucumán y Salta y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma). Un legislador en 1827 porteño ex combatiente de nuestras guerras por la libertad, Viamonte la reconoció e inició un proyecto para otorgarle una pensión, pero no fue fácil porque la legislatura de Buenos Aires no se quería hacer cargo de esta deuda de la nación, pero después de otro intento en 1828  María Remedios tuvo su merecido reconocimiento cuando le otorgaron el sueldo de capitana de infantería, 30  pesos mensuales que era lo que ganaba una costurera, porque salió  en su defensa  Tomás de Anchorena  . Luego fue ascendida a sargento mayor (entonces un grado de oficiales) en tiempos de Rosas. A pesar de todo fue de las pocas mujeres que obtuvo reconocimiento militar.

 La  convicción de Josefa Ezcurra la llevará  a viajar al Norte para estar con el General en un viaje de un mes. Se reencontró con Manuel, estaba sola, pero no era libre y compartieron ocho meses, además del Éxodo Jujeño y la batalla de Tucumán. En 1813, en esta última provincia, cuando el ejército se alistaba a perseguir a los realistas, se separaron cuando ella descubre su embarazo. Él le plantea que el campo de batallas no era un lugar seguro para criar a un niño. Pero no podía regresar en ese estado a Buenos Aires, así que se marcha hacia Santa Fé en donde un matrimonio amigo le da asilo para evitar las habladurías. Hubo un hombre mayor, que controlaba el ejército en Tucumán y que pudiendo o no reconocer y hacerse cargo deja a la embarazada sola, mira para otro lado y sigue con su vida. Cuando nace Pedro el recién nacido fue bautizado en la Catedral de Santa Fe y anotado como huérfano, aunque en su partida de nacimiento la madre figura como madrina de bautismo. Josefa entonces escribe a su hermana que recién se había casado con Juan Manuel de Rosas para que lo adoptaran y así llegó el hijo de Belgrano a ser criado y educado por la familia Rosas. Siempre cerca de su "tía Pepa".

Pedro Rosas y Belgrano

Recién al cumplir su mayoría de edad el propio Juan Manuel a pedido de Belgrano le informa de sus verdederos padres. Desde entonces el joven comenzó a firmar Pedro Rosas y Belgrano.

Rosas le cedió a su hijo extensos campos en la zona de Azul, donde éste se instaló y donde transcurrió el grueso de su vida, dedicándose a la ganadería y a la milicia. Fue juez de paz y coronel comandante militar interino de Azul.

 Se casó con Juana Rodríguez en 1851. Su madrina de bodas fue María Josefa.

Las Mujeres de Belgrano
Para muchas mujeres, abrazar la causa patriótica fue no sólo donar sus joyas para las campañas militares, cantar el Himno, confeccionar uniformes, distintivos, banderas como lo cuenta la propia Mariquita Sánchez, sino también participar en los momentos previos de la revolución pudiendo tener acceso a las ideas criollas en su participación en tertulias, y después de la revolución también cumplir funciones, a veces peligrosas, como mensajeras, portadoras de documentos secretos, encargadas de las tareas de inteligencia y empuñaron armas frente a los realistas.


Las Mujeres de Belgrano
Manuel Belgrano en 1812 contó con el apoyo de un grupo de vecinas de Rosario encabezadas por María Catalina Echevarría de Vidal para la confección de nuestra Bandera Nacional. Tarea que les llevo cinco día de labor. María Catalina era hija de inmigrantes vascos. Conoció a Belgrano por medio de su hermano, Vicente Anastasio de Echevarría, un hombre de activa participación política en la época.
Los Echeverría hospedaron a Belgrano en su casa donde este había llegado para inaugurar un pequeño fuerte para contener el avance de los realistas. Dicha insignia patria se hizará frente a las barrancas del Paraná  el 27 de febrero en el poblado de la Capilla del Rosario, Pago de los Arroyos y allí estará como testigo María Catalina aunque no era normal participar a  las mujeres de este tipo de ceremonias . Aunque en esa oportunidad el Triunvirato no la acepta y le ordana a Belgrano que la guarde.



Juana Azurduy
Cuando la Primera Junta de Buenos Aires envió expediciones para ayudar a los pueblos altoperuanos en su lucha emancipatoria Manuel Ascencio Padilla  se presentó ante Manuel Belgrano como jefe del Ejército del Norte. La región altoperuana proclamó su adhesión y Manuel Padilla,  impidió la llegada de refuerzos españoles para auxiliar al gobernador de Potosí. Junto con su esposa Juana Azurduy. Entonces, la guerra en el Alto Perú se había convertido en guerra de guerrillas o de republiquetas, por estar al mando de caudillos locales. En este tipo de acciones irregulares, que poseen más decisión y audacia que recursos, las mujeres ocuparon un lugar preponderante.  Después de la batalla de Salta, Juana  formó y combatió con el batallón de los Leales, también integrado  por mujeres como Teresa Bustos de Lemoine y una treintena más conocidas como Las Amazonas. La guerra de guerrillas estaba formada por grupos pequeños que atacaban al enemigo por sorpresa, el conocimiemto del terreno les permitía retroceder cuando eran atacados o avanzar cuando los realistas huían. Con más bravura que armas, si bien tuvieron derrotas en batallas campales, lograron mantener a raya a las fuerzas realistas.

Las Mujeres de Belgrano
A la muerte de  Padilla Juana siguió combatiendo para defender la libertad y ya en 1816, comenzó a ser nombrada en los partes y misivas de guerreros patriotas y españoles. Se destacó su bravura en  batalla. Por esa acción, Belgrano le obsequió su espada y envió una carta al director supremo Pueyrredón para que le concediera grado militar. Recibió el grado de teniente coronela.

Juana se trasladó a Salta para combatir a las órdenes de Martín Miguel de Güemes.

Cuando San Martín se hace cargo del Ejército del Norte, decide cambiar la ruta de acceso a Lima, cruzando la cordillera de los Andes hacia Chile y navegar luego  hacia Pisco (Perú) para luego dirigirse hacia Lima, el bastión realista,   deja a Juana y  al Gral. Güemes para que con su guerra de guerrillas, aprovechando los conocimientos del terreno generen una guerra de desgaste, y a la vez, distracción del enemigo.

Las Mujeres de Belgrano
                                                                                   Las Mujeres de Belgrano


En 1825, el General Simón Bolivar la ascendió a Coronela. Y le estableció una pensión de 60 pesos y Sucre se la aumentó a cien, pero sólo la cobró durante dos años, porque los gobiernos posteriores, se la quitaron, las nacientes naciones se olvidaron del arrojo desplegado por las mujeres guerrilleras.
Tras la muerte del caudillo salteño Martín Miguel de Güemes,  quedó carente de recursos para volver a su patria chica.
Su vida entonces transcurrió en Salta reclamando inútilmente a Bolivia sus bienes confiscados. Recién en 1825, el gobierno salteño le otorgó dinero para su regreso.
Cuando Manuel Isidoro Belzu asume la presidencia le otorga una pensión, pero sólo le fue pagada durante algunos años.
Ya anciana, vende la hacienda que le quedaba en Cullcu y sumado a su pobreza se encuentra sola, debido a que su yerno es trasladado a trabajar fuera de la ciudad, para donde también parten su hija y nieta.
El 25 de mayo de 1862, cuando estaba próxima a cumplir 82 años muere. Su cortejo fúnebre estuvo integrado por unos pocos indios que llevaron el ataúd, el cura y el joven Indalecio Sandi, bisnieto de su hermana Rosalía, con quien compartió sus último días.

Las Mujeres de Belgrano

Martina Silva de Gurruchaga, fue una salteña que a
dhirió a la causa independentista junto a su marido, y tuvo una activa participación en la vida política y militar de esa provincia..Colaboró económicamente con la causa de la independencia en Salta. Donó dinero personal, y también ofreció sus fincas al servicio de la revolución. 
En 1812, cuando los realistas ocuparon Salta, Martina Silva de Gurruchaga, junto a otras valientes mujeres como Gertrudis Medeiros, Celedonia Pacheco de Melo, Magdalena Güemes, Juana Torino, María Petrona Arias, Juana Moro y Andrea Zenarrusa, organizaron una poderosa red de espionaje que puso en jaque al ejército realista.

Eran las llamadas “bomberas”, valientes mujeres que llevaban información y datos secretos a las fuerzas patriotas corriendo grandes peligros en tan audaces lances. A la llegada del Gral Belgrano se sumaron a sus huestes  y además Martina bordó una bandera celeste y blanca para él quien la nombró como Capitana del Ejército. 


En 1814 nuestro gobierno envía a Manuel junto a Bernardino Rivadavia a Londres para conseguir el apoyo de las potencias europeas a nuestro movimiento revolucionario, pero la misión coincidió con la vuelta al poder de Napoleón y la formación del Congreso de Viena que pretendía retrotraer a Europa antes de la Revolución Francesa, emponderando a las monarquías.

Es en ese viaje en el que posa para hacer el retrato por el artista francés Francois Casimir Carbonnier que se encuentra abriendo el artículo

Durante sus tiempos libre se encontró con una francesa Isabel Pichegru quien se hacía pasar por hija de un importante general francés. Pero resultó una embustera profesional, una suerte de cortesana bien conectada con los hombres influyentes de Londres, que encandiló con su belleza y libertinaje a Belgrano. Tan prendada quedó del hombre, que lo siguió hasta Buenos Aires, aunque nunca más lo vio. Parece que ella le envía una carta para decirle que vendrá a  a buscarlo, pero Belgrano nunca la recibe. Y se fue al norte, conoció a Dolores y empezó otra historia.

De regreso de Europa se presenta ante el Congreso de Tucumán para impulsar nuestra independencia y el establecimiento de una especie de monarquía parlamentaria en la que el rey fuera un heredero Inca, propuesta que despertó gran oposición.

Las Mujeres de Belgrano

Manuel en el baile de celebración de la Independencia en San Miguel de Tucumán  conoce a la tucumana María Dolores Helguera hija de una familia de linaje.
Manuel vivió en la capital tucumana desde 1816 a 1819, mientras que María Dolores lo acompañaba y trataba de paliar sus enfermedades, pero la muchacha quedó embarazada y el general consideró peligrosa la situación para María Dolores y su futuro hijo. Ella vuelve a su casa y sus padres muy  rápido le encontraron un esposo para acallar las murmuraciones, un tal Rivas catarmaqueño, y allí se fue a formar una familia. En 1819 nace una hija a la que Belgrano no reconoció como legítima en su testamento aunque le legó un terreno en Tucumán. Mientras tanto Belgrano se traslada a Buenos Aires creyendo que en el calor familiar podría mejorar su salud que tan castigada había sido viviendo en tiendas de campaña que poco podían resguardarlo de las inclemencias y mal alimentado porque Bs As desatendía sus pedidos de víveres, abrigo y armamento para su ejército. Ya habían comenzado a aparecer los caudillos provinciales y los porteños van a querer hacer retroceder el ejército hacia Bs As para apoyar sus intereses. 
Las Mujeres de Belgrano

Su hermana Juana, compinche de juventud, velará por él hasta su último suspiro. Belgrano en su lecho de muerte  le pediría a su hermano y albacea, el canónigo Domingo Estanislao, “que pagadas todas sus deudas, aplicase el remanente de sus bienes a favor de una hija natural llamada Manuela Mónica que de poco más de un año había dejado en Tucumán” y que la criaran y educaran.

Manuela Mónica del Corazón de Jesús llegó a Buenos Aires en 1825, cinco años después de la muerte de Manuel, criada por su tía Juana y  su educación fue tutelada por su tío, el canónigo Domingo Belgrano cumpliendo así la última voluntad de Belgrano.


Al transitar los 15 años Manuela fue cortejada por su comprovinciano Juan Bautista Alberdi, pero contra todo lo esperado lo rechazó y optó por darle el sí a un primo, Manuel Vega y Belgrano, un pariente lejano, empresario radicado en la ciudad bonaerense de Azul.


Las Mujeres de Belgrano
“Mi corazón es franco y no puede ocultar sus sentimientos: amo además la sinceridad y no podría vivir en medio de la trapacería que sería precisa para conservar un engaño; sólo a las pobres mujeres he mentido diciéndoles que las quiero, no habiendo entregado a ninguna, jamás, mi corazón”, escribió Belgrano en una carta dirigida a Güemes tres años antes de morir, en diciembre de 1817.
Retrato de Zaida Souza perteneciente al Instituto Belgraniano de Monte Grande.