Se las llamó despectivamente “chinas”, “milicas”, “cuarteleras”, “fortineras” o “chusma”. Fueron las compañeras de los gauchi soldados en la conquista al desierto.
Cuando las leyes comenzaron a reclutar a los gauchos, para
trabajar forzado para algún propietario designado
por el Juez de Paz, o enviarlos al servicio militar en los fortines, por el
cargo de vago y mal entretenido, la mujer criolla partió detrás de sus hombres,
ya fueran marido, hermano o hijos, convirtiéndose en las futuras fortineras.
Estas mujeres prefirieron la vida en el cuartel que
acompañarlo a trabajar obligado bajo un patrón de sol a sol, sin descanso
alguno, charqui y tasajo como base de su alimento diario, que acompañaban con
mate y tortas fritas, sirviendo ellas como sirvientas de los patrones y a veces
sus hijas apenas adolescentes eran presa del patrón o de sus hijos.
En el siglo XIX existía una frontera interna que dividía el territorio ocupado por los criollos y el ocupado por los indígenas que fue denominado desierto, no sólo debido a sus características geográficas de escases de vegetación, leña y agua sino por ser ocupada por el indio.
Imágenes de la recreación del fortín de Saldungaray
La llamada “Conquista del Desierto” llevada a
cabo por el Gral. Roca en 1879 fue la culminación de una prolongada
historia de relaciones ambiguas entre la sociedad blanca y los
habitantes originarios de la Pampa y la Patagonia, separadas por una débil
frontera armada por las líneas de fortines, que se
fue trasladando con el tiempo. Pero a partir de la Organización Nacional se
había decidido terminar con el indio, ya que éste se presentaba como un
obstáculo para la inserción de nuestro país, en el concierto de naciones, con
un papel agroexportador.
Al comienzo esos
fortines conformados por un perímetro de palo a pique, y rodeados de fosos
secos, con un par de ranchos que actuaban como comandancia, arsenal y barracas,
custodiados por los infaltables mangrullos, solo contaron con una tropa en su
totalidad masculina, principalmente reclutada en forma arbitraria por una “Ley
de Vagos” que castigaba la bohemia vida del gaucho.
Pero de a poco se fueron sumando algunas mujeres que
ante la disyuntiva de hacer frente solas a la desprotección en la que quedaban
en aquellos míseros ranchos, prefirieron seguir a sus hombres, algunos maridos,
otros hijos o hermanos.
Al comienzo el
poder militar las aceptó de mala gana, y las destinó a cocinar, lavar y remendar
uniformes, curar enfermos, asistir a los
bailes pero también a los velorios y rezar por el alma de los difuntos, entre otras
tareas históricamente rotuladas como femeninas.
Pero ante las condiciones desdichadas a las
que se sometía a la tropa, cuando las
deserciones comenzaron a diezmar el ejército improvisado, los mismos
comandantes fueron dándole otro valor a “la chusma” que los seguía. Así la
calificaron al comienzo, a las mujeres y los niños, que los seguían desde las
retaguardias, arriba de prominentes atados de cacharros y pilchas, recibiendo
lo peor de la polvareda. De a poco fueron consideradas a parte de la tropa.
Se las llamó despectivamente
“chinas”, “milicas”, “cuarteleras”, “fortineras” o “chusma”. Eran sí, mujeres
humildes, en su mayoría negras, pardas y mestizas, pocas fueron las blancas,
obvio de baja extracción social, analfabetas, no educadas, pero siempre
respetadas. Aunque en su paso al cuartel aquellas mujeres perdieron sus nombres
originales, todas terminaron llevando sus apodos, como “Siete ojos”, “La
Mamboretà”, “La pocas pilchas”, “La pasto verde”, y “La Mamá Carmen” entre
otras muchas.
Ahí iban ellas, detrás, a
veces cantando melodías populares que se dejaban oír como ráfagas de alegría,
mezcladas con el tintinear de los cacharros colgados de los flancos de aquellas
cabalgaduras y el chillar de los niños.
Algunas
vivieron 10, 20 y hasta 40 años en los fortines como “Mamá Carmen”,
negra, de apellido Ledesma, acompañaba a sus hijos montada sobre un bulto,
cebándoles mate, y cuando llegaba a un alto, toda la tropa hacía fila para
comer sus tortas fritas, que amasaba sobre sus mismas pilchas, en las que se
entremezclaban pelos de caballo y frazadas y algún que otro pedazo de tabaco
mascado. Parece que la repulsión se dejaba de lado ya que esos mates y esas
confituras era lo único que tenían esos soldados en camino. Dicen que Mamá Carmen fue sepultando uno a
uno, a sus hijos hasta que no le quedó ninguno, pero terminó sus días con el
resto de la tropa. Domiciana Correa, de Bahía Blanca, que
llegó al Fortín junto a su esposo el sargento Contreras, tuvo 19 hijos, vivió
103 años y aún siendo octogenaria crió otros 10 niños; Mamá Culepina, una
araucana afincada en el regimiento; Isabel Medina designada capitán por valor
en combate; Viviana Calderón, nieta del cacique Manuel Grande, que vivió por
muchos años en Azul.
Larralde recuerda a la Pasto Verde https://www.youtube.com/watch?time_continue=9&v=O62dT4Rzvdo&feature=emb_logo
En Plaza Huincul, el origen de la extracción del petróleo, cuentan las leyendas populares que se debe a la permanente queja de una vieja cuartelera “La Pasto Verde”, en verdad se llamaba Carmen Fuenes. Ésta después de acompañar a las tropas desde Mendoza a Neuquén, como muchas otras prefirió no volver a realizar el camino de vuelta y quedó asentada allí, estableciendo una posta para los viajeros que unían esos puntos. Parece que se hizo tan popular su lamento sobre que el agua de su acequia olía a querosén que un día llegaron los ingenieros que ella guió hasta lo que fueron los primeros pozos petroleros de la zona.
Para
más info http://profesorapatriciatatavitto.blogspot.com/2012/12/de-cuartelera-pionera-del-petroleo.html
Historia de otra cuartelera Maria Albornoz
https://www.ensintesis.com.ar/maria-albornoz-cuartelera-del-9-de-caballeria/Ya no sólo hacen lo que se
espera que hagan, sino que también saben calzarse el uniforme, tomar el
cuchillo, el fusil, subir mangrullos y hasta hacer disparar cañones cuando las
circunstancias lo pedían. Existen relatos de un comandante que entre sus
ordenes incluía “abajo las polleras”, lo que activaba a estas mujeres para
meterse el uniforme y ocupar un lugar más en la tropa, que más no fuera para
meterle miedo al indio. Como muestra la película “El último Perro”.
Muchas de ellas pudieron ser
acreedoras así de pensiones de guerra y hasta recibieron cargos militares por
sus hazañas.
Es poco conocido el dato que en
la expedición final, encabezada por Roca, divididos en varias columnas se calcula
se movieron 6000 hombres y alrededor de 4000 mujeres.
De esta última avanzada
resultaran tomados prisioneros miles de indígenas a los que, luego de usurpar
sus tierras para beneficiar a una clase aristocrática aliada al poder, se les disgregó la familia, para minar su orgullo
y evitar la procreación. Cuentan que en Retiro, antiguo recinto de venta de
esclavos, se separaban las madres de los
niños; muchos de los antiguos guerreros terminaron sus días en los ingenios
azucareros de Tucumán, provincia de origen de Roca; mientras los más viejos o
bravos fueron encerrados en la Isla Martin García, sólo tanta agua de por medio podía
garantir su prisión. Allí por deficiencias sanitarias, de alimentación y falta
de adaptación climática pronto murieron de tuberculosis, desnutrición y otras
enfermedades.
Los viejos fortines se
convirtieron en insipientes poblados y futuras ciudades, donde habitaron
algunas viejas familias veteranas de las guerras contra el indio,
entremezclándose con los nuevos inmigrantes que venían sedientos de cultivar
nuestra tierra.
Con la Expedición del
Gral. Roca se termina la ocupación del
desierto “bárbaro” por parte de un ejército que se creía
portador de “la civilización”, que venía
a apropiarse de esas “tierras vacías” para ponerlas en
producción.
Se logró la unidad
territorial, se efectivizó el control de ese espacio por parte de las autoridades y leyes de la Nación, la tierra en parte se convirtió en premios
militares, pero la especulación de los sectores allegados al poder terminaron
concentrándola en grandes latifundios que siguieron enriqueciendo a una elite patricia que sembró castillos en medio de la llanura.
Las damas de la Sociedad de
Beneficencia seleccionaron indiecitos para incorporar a la servidumbre.
Los diarios anunciaban la repartija de jóvenes: “Entrega de indios: los miércoles y viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad.” Y las familias patricias y cristianas concurrían para llevarse aquellas almas, para ocupar puestos de mucama o personal de limpieza
En otros casos se
enviaba a los niños para ser educados en el cristianismo a Órdenes Religiosas,
esto fue lo que paso con Ceferino, inicialmente fue educado por los salesianos
y viendo su devoción es enviado a Roma donde finalmente fallece, pero
actualmente ha sido beatificado.
Se alambró la pampa, los viejos fortines se convirtieron en
ciudades, se trazaron ferrocarriles y líneas telegráficas que unían fácilmente las regiones productoras
con el puerto, logramos insertarnos en la organización mundial de la economía
como país agroexportador.
Cambió el paisaje,
aparecieron los verdes de las arboledas, de los cultivos que abría el arado
y el de las pasturas artificiales para
los nuevos ejemplares de ganado que se
mestizarán con nuestras viejas
razas para convertirnos en el
granero del mundo.
El gaucho se convirtió en campesino, a la fuerza.
Los pocos sobrevivientes originarios fueron muriendo o perdiéndose en el mestizaje demográfico y cultural, que se amplió con los millones de valientes idealistas que se animaron a atravesar el océano en busca de un lugar mejor para vivir, y de ese crisol de razas fue formándose la Argentina Moderna.
En fin esa Argentina
que Esteban Echeverría, Alberdi y otros tantos hombres habían ideado y soñado
desde hacia más de 50 años entraba a concretarse.
Películas
recomendadas
“Pampa bárbara”. https://www.youtube.com/watch?v=YUKZU1FFCS4
“Martín Fierro” https://www.youtube.com/watch?v=y-Olc5DfN_I
“Guerreros
y cautivas”. Basada en una obra de Borges, buscar en Cine.ar
El
Ultimo Perro https://www.youtube.com/watch?v=UGfnfXrjk3M
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