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jueves, 19 de mayo de 2022

Las mujeres en la conquista del desierto argentino del siglo XIX

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio

 Se las llamó despectivamente “chinas”, “milicas”, “cuarteleras”, “fortineras” o “chusma”. Fueron las compañeras de los gauchi soldados en la conquista al desierto.


Cuando las leyes comenzaron a reclutar a los gauchos, para trabajar forzado  para algún propietario designado por el Juez de Paz, o enviarlos al servicio militar en los fortines, por el cargo de vago y mal entretenido, la mujer criolla partió detrás de sus hombres, ya fueran marido, hermano o hijos, convirtiéndose en las futuras fortineras.

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio
Mujeres argentinas en la conquista contra el indio



Fortín de Ranchos, con su corral de palo a pique para contener la caballada, su mangrullo y su comandancia hecha de barro y paja.

Estas mujeres prefirieron la vida en el cuartel que acompañarlo a trabajar obligado bajo un patrón de sol a sol, sin descanso alguno, charqui y tasajo como base de su alimento diario, que acompañaban con mate y tortas fritas, sirviendo ellas como sirvientas de los patrones y a veces sus hijas apenas adolescentes eran presa del patrón o  de sus hijos.


En el siglo XIX existía una frontera interna que dividía el territorio ocupado por los criollos y el ocupado por los indígenas que fue denominado desierto, no sólo debido a sus características geográficas de escases de vegetación, leña y agua sino por ser ocupada por el indio.

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio
Imágenes de la recreación del fortín de Saldungaray


 
La llamada “Conquista del Desierto” llevada a cabo por el Gral. Roca en 1879 fue la
culminación de una prolongada historia de relaciones ambiguas entre la sociedad blanca y los habitantes originarios de la Pampa y la Patagonia, separadas por una débil frontera armada por las líneas de fortines, que se fue trasladando con el tiempo. Pero a partir de la Organización Nacional se había decidido terminar con el indio, ya que éste se presentaba como un obstáculo para la inserción de nuestro país, en el concierto de naciones, con un papel agroexportador.

Al comienzo esos fortines conformados por un perímetro de palo a pique, y rodeados de fosos secos, con un par de ranchos que actuaban como comandancia, arsenal y barracas, custodiados por los infaltables mangrullos, solo contaron con una tropa en su totalidad masculina, principalmente reclutada en forma arbitraria por una “Ley de Vagos” que castigaba la bohemia vida del gaucho.

Pero de a  poco se fueron sumando algunas mujeres que ante la disyuntiva de hacer frente solas a la desprotección en la que quedaban en aquellos míseros ranchos, prefirieron seguir a sus hombres, algunos maridos, otros hijos o hermanos.

Al comienzo el poder militar las aceptó de mala gana, y las destinó a cocinar, lavar y remendar  uniformes, curar enfermos, asistir a los bailes pero también a los velorios y  rezar por el alma de los difuntos, entre otras tareas históricamente rotuladas como femeninas.

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio


 Pero ante las condiciones desdichadas a las que se  sometía a la tropa, cuando las deserciones comenzaron a diezmar el ejército improvisado, los mismos comandantes fueron dándole otro valor a “la chusma” que los seguía. Así la calificaron al comienzo, a las mujeres y los niños, que los seguían desde las retaguardias, arriba de prominentes atados de cacharros y pilchas, recibiendo lo peor de la polvareda. De a poco fueron consideradas a parte de la tropa.

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio

 El Estado termina favoreciendo  a estas “familias militares”,  las provee de raciones en los campamentos, de caballos en caso de viaje y se encarga de la educación de los hijos. Es que se dieron cuenta que estas familias que se habían formado por mujeres corajudas que llevando en brazos aún a sus hijos lactantes y que les siguieron pariendo y cuidando la prole a aquellos gauchi-soldados, se habían  constituido en el único sentido de lucha y regreso al fortín para aquellos verdaderos condenados, como dice Martin Fierro.

Se las llamó despectivamente “chinas”, “milicas”, “cuarteleras”, “fortineras” o “chusma”. Eran sí, mujeres humildes, en su mayoría negras, pardas y mestizas, pocas fueron las blancas, obvio de baja extracción social, analfabetas, no educadas, pero siempre respetadas. Aunque en su paso al cuartel aquellas mujeres perdieron sus nombres originales, todas terminaron llevando sus apodos, como “Siete ojos”, “La Mamboretà”, “La pocas pilchas”, “La pasto verde”, y “La Mamá Carmen” entre otras muchas.

Ahí iban ellas, detrás, a veces cantando melodías populares que se dejaban oír como ráfagas de alegría, mezcladas con el tintinear de los cacharros colgados de los flancos de aquellas cabalgaduras y el chillar de los niños.

Algunas vivieron 10, 20 y hasta 40 años en los fortines como “Mamá Carmen”, negra, de apellido Ledesma, acompañaba a sus hijos montada sobre un bulto, cebándoles mate, y cuando llegaba a un alto, toda la tropa hacía fila para comer sus tortas fritas, que amasaba sobre sus mismas pilchas, en las que se entremezclaban pelos de caballo y frazadas y algún que otro pedazo de tabaco mascado. Parece que la repulsión se dejaba de lado ya que esos mates y esas confituras era lo único que tenían esos soldados en camino.  Dicen que Mamá Carmen fue sepultando uno a uno, a sus hijos hasta que no le quedó ninguno, pero terminó sus días con el resto de la tropa.  Domiciana Correa, de Bahía Blanca, que llegó al Fortín junto a su esposo el sargento Contreras, tuvo 19 hijos, vivió 103 años y aún siendo octogenaria crió otros 10 niños; Mamá Culepina, una araucana afincada en el regimiento; Isabel Medina designada capitán por valor en combate; Viviana Calderón, nieta del cacique Manuel Grande, que vivió por muchos años en Azul.

Larralde recuerda a la Pasto Verde https://www.youtube.com/watch?time_continue=9&v=O62dT4Rzvdo&feature=emb_logo

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio

En  Plaza Huincul, el origen de la extracción del petróleo, cuentan las leyendas populares que se debe  a la  permanente queja de una vieja cuartelera “La Pasto Verde”, en verdad se llamaba Carmen Fuenes. Ésta  después de acompañar a las tropas desde Mendoza a Neuquén, como muchas otras prefirió  no volver a realizar el camino de vuelta y quedó asentada allí, estableciendo una posta para los viajeros que unían esos puntos. Parece que se hizo tan popular su lamento sobre que el agua de su acequia olía  a querosén que un día llegaron los ingenieros que ella guió hasta lo que fueron los primeros pozos petroleros de la zona.

 

Para más info http://profesorapatriciatatavitto.blogspot.com/2012/12/de-cuartelera-pionera-del-petroleo.html

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio

Historia de otra cuartelera Maria Albornoz

https://www.ensintesis.com.ar/maria-albornoz-cuartelera-del-9-de-caballeria/

Esta presencia de mujeres en los fortines se hará tan común que Demare y Fregonese guionarán una vieja y recordada película nacional, “Pampa Bárbara”, protagonizada por Luisa Vehil, Francisco Petrone y Enrique Muiño, en la que reflejan la historia de un comandante de frontera que iniciará una expedición hacia la pampa blanca para reclutar mujeres para afianzar así la permanencia de su tropa en uno de aquellos endebles fortines.

Ya no sólo hacen lo que se espera que hagan, sino que también saben calzarse el uniforme, tomar el cuchillo, el fusil, subir mangrullos y hasta hacer disparar cañones cuando las circunstancias lo pedían. Existen relatos de un comandante que entre sus ordenes incluía “abajo las polleras”, lo que activaba a estas mujeres para meterse el uniforme y ocupar un lugar más en la tropa, que más no fuera para meterle miedo al indio. Como muestra la película “El último Perro”.

Muchas de ellas pudieron ser acreedoras así de pensiones de guerra y hasta recibieron cargos militares por sus hazañas.

Es poco conocido el dato que en la expedición final, encabezada por Roca, divididos en varias columnas se calcula se movieron 6000 hombres y alrededor de 4000 mujeres.

De esta última avanzada resultaran tomados prisioneros miles de indígenas a los que, luego de usurpar sus tierras para beneficiar a una clase aristocrática aliada al poder,  se les disgregó la familia, para minar su orgullo y evitar la procreación. Cuentan que en Retiro, antiguo recinto de venta de esclavos, se  separaban las madres de los niños; muchos de los antiguos guerreros terminaron sus días en los ingenios azucareros de Tucumán, provincia de origen de Roca; mientras los más viejos o bravos fueron encerrados en la Isla Martin García, sólo tanta agua de por medio podía garantir su prisión. Allí por deficiencias sanitarias, de alimentación y falta de adaptación climática pronto murieron de tuberculosis, desnutrición y otras enfermedades.

Los viejos fortines se convirtieron en insipientes poblados y futuras ciudades, donde habitaron algunas viejas familias veteranas de las guerras contra el indio, entremezclándose con los nuevos inmigrantes que venían sedientos de cultivar nuestra tierra.

 

Con la Expedición del Gral. Roca se termina  la ocupación del desierto “bárbaro” por parte de un ejército que se creía portador de  “la civilización”, que venía a apropiarse de esas “tierras vacías” para ponerlas en producción.

 

Se logró la unidad territorial, se efectivizó el control de ese espacio  por parte de las autoridades y  leyes de la Nación,  la tierra en parte se convirtió en premios militares, pero la especulación de los sectores allegados al poder terminaron concentrándola en grandes latifundios que siguieron  enriqueciendo a una elite patricia que  sembró castillos en medio de la llanura.

 

Las damas de la Sociedad de Beneficencia seleccionaron indiecitos para incorporar a la servidumbre.

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio

Los diarios anunciaban la repartija de jóvenes: “Entrega de indios: los miércoles y viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad.”  Y las familias patricias y cristianas concurrían para llevarse aquellas almas, para ocupar puestos de mucama o personal de limpieza

 

En otros casos se enviaba a los niños para ser educados en el cristianismo a Órdenes Religiosas, esto fue lo que paso con Ceferino, inicialmente fue educado por los salesianos y viendo su devoción es enviado a Roma donde finalmente fallece, pero actualmente ha sido beatificado.

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio

Mujeres argentinas en la conquista contra el indio


Se alambró la pampa,  los viejos fortines se convirtieron en ciudades, se trazaron ferrocarriles y líneas telegráficas  que unían fácilmente las regiones productoras con el puerto, logramos insertarnos en la organización mundial de la economía como país agroexportador.

 

Cambió el paisaje, aparecieron los verdes de las arboledas, de los cultivos que abría el arado y  el de las pasturas artificiales para los nuevos ejemplares de ganado  que se mestizarán con nuestras viejas  razas  para convertirnos en el granero del mundo.

 

El  gaucho se convirtió en campesino,  a la fuerza.

Los pocos sobrevivientes originarios  fueron muriendo o perdiéndose en el mestizaje demográfico y cultural,  que se amplió con los millones de valientes idealistas que se animaron a atravesar el océano en busca de un  lugar mejor para vivir, y  de ese crisol de razas fue formándose la Argentina Moderna.

En fin esa Argentina que Esteban Echeverría, Alberdi y otros tantos hombres habían ideado y soñado desde hacia más de 50 años entraba a concretarse.

 Y como en otros momentos de la historia,  las mujeres volvieron a ser, “lo que debían ser”.  Claro que siguió acompañando al hombre,  pero en papeles más convencionales, subordinados, más ajustados a la mentalidad cristiano-occidental que la venera en tanto madre y esposa.

 

Películas recomendadas

“Pampa bárbara”. https://www.youtube.com/watch?v=YUKZU1FFCS4

 “Martín Fierro” https://www.youtube.com/watch?v=y-Olc5DfN_I

“Guerreros y cautivas”. Basada en una obra de Borges, buscar en Cine.ar

El Ultimo Perro https://www.youtube.com/watch?v=UGfnfXrjk3M


miércoles, 4 de mayo de 2022

Las cautivas de las pampas

Las cautivas de las pampas



Las Cautivas de las Pampas del siglo XIX

 



Mis primeros recuerdos sobre  historia local del distrito de Esteban Echeverría, donde habito, me remontan a la admiración de los primeros vecinos por este escritor. Él como pionero del romanticismo en el Río de la Plata, hacía una inolvidable descripción de esas tierras y sus pobladores en su Poema “La Cautiva”. Así que eso le sirvió para ser recompensado al designar  al nuevo municipio, y unos años más tarde se bautizará con el nombre de su obra al barrio obrero adyacente a nuestro hospital.

Las cautivas de las pampas
La cautiva, sin duda, será la figura de una de las mujeres prototípicas que habitaron el “desierto”, como
se llamaba entonces a estas tierras. Era un apelativo que conjugaba sus características geográficas y  la ausencia o escasa población “civilizada”, según el pensar  de esa época.

El  desierto durante gran parte del siglo XIX se iniciaba según la mayoría  de los autores en el río Salado,  pero con el transcurso de la centuria se fue corriendo  por  una hileras de pobres fortines y,  se prolongaba, interrumpida por algún manchón de población pionera,  hasta los confines cordilleranos.

Sin embargo, la cautiva  no será la única habitante femenina de estas tierras, convivirá con la mujer guacha, la indígena y la fortinera.

En esta investigación  tomo datos aportados  por autores de literatura, memorias e iconografía de ese tiempo y obras de arte plástico; además de fuentes de estricto carácter historiográfico.

Todas estas mujeres tuvieron un denominador común, aportar sus esfuerzos, renunciamientos y sacrificios, compartir y  hacer frente a la inmensidad inhóspita de las pampas, donde la vegetación era escasa, en consecuencia la sombra y la leña, el agua un recurso casi sagrado, donde reinan vientos  que levantaban una constante polvareda y  soles que marcan sus pieles. Cada una al lado de su hombre, sea criollo o indígena, simple gaucho o soldado,  por voluntad u obligada,  contribuirán a conformar los primeros centros urbanos e incorporar esa tierra, por siglos considerada botín de
guerra,  a la nueva patria que se estaba construyendo

Las cautivas de las pampas

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La importante mortandad en las tribus pampeanas hacia el siglo XIX, tanto por las acciones militares como por la viruela, generó en los indígenas la disminución de sus huestes y la necesidad de tomar entre otras piezas codiciadas, como botín de guerra, de sus malones, también a mujeres, y así aumentar sus  diezmados campamentos.

Las preferían jóvenes, para asegurarse la fertilidad, e incluso raptaron algunas cargando niños pequeños, para luego educarlos como parte de su pueblo.

Las cautivas se convertían en doble víctimas en aquellas tolderías. Por un lado atormentadas por el sometimiento sexual de los hombres, y por el otro,  la sobrecarga de  tareas y aún el maltrato por las indias que volcaban sobre las jóvenes sus celos ante la posibilidad  de que su viejo compañero las desplazara en su preferencia por la nueva.

Alguna vez me dieron una explicación ingenua, según la cual, esas cautivas blancas que en los cuadros se las mostraba casi inconscientes, débiles, agotadas como fruto de una oposición inútil,  permanecían al lado de su captor, torso desnudo y musculoso, en medio de alaridos y retumbar de los cascos de los caballos, por admiración.

Muy lejos de la verdad quedaban esos mitos. La cautiva llegaba desfalleciente, luego de la pelea por resistirse, después de días de correrías y se le tajeaban los pies, para que una vez recuperados sus ánimos, cuando todavía estaba fuerte, no pudiera escapar. Después de ser intercambiada entre los guerreros, y de un sometimiento feroz, cuando cicatrizadas las heridas, generalmente ya llevaba en su vientre un mestizo, lo que la hacia abortar la idea de abandonar la toldería, no sólo por el miedo a no encontrar el camino de regreso, sino también porque sabía que no podría encontrar comprensión  y contención por parte de su antigua familia.

Las cautivas de las pampas
La victima, la mujer blanca, se presenta desnuda e indefensa frente a la naturaleza, y se justifica el exterminio de sus salvajes victimarios. Pero es el cuerpo de la mujer el lugar de conquista, el territorio a poseer y vejar.


Solo restaba quedarse en el campamento nativo, aceptar las humillaciones y malos tratos, tanto de sus raptores como del resto, para los que no dejaba de ser una prisionera de guerra, una esclava despreciable y objeto de venganzas históricas.

La cautiva debía compartir la comida, los lechos de pieles y las tristes faenas domésticas con las chinas viejas que las golpeaban y maltrataban haciéndole la vida imposible para demostrar que eran ellas las señoras de la casa.

El mismo Martín Fierro cuenta haberse encontrado en medio del desierto una china, que supo “cristiana”, protegiendo entre sus brazos a un pequeño, asqueada de los malos tratos, prefirió adentrarse en la inmensidad inhóspita e intentar regresar a la civilización. Ella le describió sus sufrimientos, pero todavía le quedaba unos más, pensar que a su niñito crecido se lo quitaran “para venderlo a otra tribu a cambio de un potro.”

Las cautivas de las pampas
La cautiva recuperada de Blanes sufre.


El apego de la cautiva por sus mestizos era lo que explicaba  que muchas de ellas cuando entraban las comitivas militares prefirieran quedarse y no ser restituidas a la civilización, no por amor a sus amos indígenas, quienes les permitían el regreso “pero sin sus niños”, sino por el sentimiento  “al fruto que no buscó y le quiere con sacrificio”.

Los partes militares dejaron nombres de alguna de ellas. Tal vez sea la de Dorotea Bazán la historia más conocida gracias a la canción de Félix Luna y Ariel Ramírez. Conocida como Likán (Luz de Piedra) había sido cautiva,  por siete años y parido tres veces, dos de sus hijitos habían muerto y el tercero, ya grandecito había podido escapar al ingreso de las tropas. Dorotea, avenida en Likán, se resistió a los argumentos de los soldados y una noche se fugó detrás de su hijo ranquel.

Cafrune también le canta a la cautiva y muestra las rencillas entre mujeres que se producían cuando el indio tenía predilección por una cautiva joven


Lucio V. Mansilla en  “Una excursión a los indios ranqueles” rescata una historia similar, se trataba de Fermina Zárate, que no se va, ya que el Ramón… no le permite que se lleve a sus hijos, por lo que renuncia a su salvación.

Las cautivas de las pampas


Cautiva de Manuel Blanes.Ella mira hacia arriba con gesto de suplica, pero esta abandonada, vencida, perdida en la pampa. Hay una luz diáfana que la deja mas al desnudo. En el horizonte hay otros testigos de su tragedia, quizás también victimarios.

 

Pero “La cautiva” de Esteban Echeverría, es la típica heroína romántica, María, se distingue de entre todas,  había sido tomada prisionera, pero no aceptó un destino de humillación. Aprovechando la borrachera  de los indios por el festejo con que celebraron el éxito de su expedición, decide liberar a su esposo, Brian, que se encontraba estaqueado, enfermo y abatido. La pareja tendrá que hacer frente al desierto, refugiarse en un pajonal del que tendrán que escapar para evitar el fuego, hacer frente a un tigre, cargar con su hombre agonizante en medio de delirios, darle sepultura, pero sigue,… llevando como único consuelo el poder reencontrarse con su niño. Al final del poema se encuentra con una partida de soldados que le informan que su hijito había  sido degollado por los salvajes. Ya nada le daba motivos para permanecer viva y en lucha, ella que se había enfrentado a tantos peligros, cae desplomada en el suelo, entregándose  a la muerte contra la que había combatido heroicamente.

Pastor Obligado rescata la historia de Doña Encarnación Rincón y su prima, aquella había gritado por última vez frente al degüello de su padre por parte de los bárbaros. Restituida a la tierra de blancos, de regreso  de las tolderías, después de diez años,  se mantenía muda  y tejedora.

Si bien Echeverría,  Rugendas, Hernández, Della Valle mostraron  esa imagen de la cautiva blanca frágil, presa del salvajismo del indio, de la que tampoco escapó el mismo Borges,  en su cuento “Historia del guerrero y la cautiva” en el Aleph,  esa es sólo una parte de un doble cautiverio que se vivió en la frontera, y  que sirvió para justificar las expediciones militares criollas  del siglo XIX.

Las cautivas de las pampas

Una vieja fotografía de las maniobras militares en la conquista al desierto.


También se dieron situaciones al revés, indias que al ingresar las tropas a las tolderías, viéndose desguarnecidas por sus hombres que habían huido, y para evitar prisiones, preferían acompañar a algún soldado cristiano solo, pasando a constituir una familia más dentro del cuartel. Verdaderos “malones al revés”, del que surgirán “casamientos militares” obligados pero vendecidos por los capellanes del ejército.

Las cautivas de las pampas

Es ésta “La Cautiva al revés” que esculpe Lucio Correa Morales en 1906.


Las prisioneras indias eran repartidas entre la tropa de hombres solos. Claro está, entre los soldados, los cuadros de oficiales debían distinguirse y no entraban en esas uniones que no dejaban de ser entre seres más o menos igualmente bárbaros para el positivismo imperante en el momento.

El propio Lucio V. Mansilla cuando se encontraba encabezando un fortín que debía avanzar hacia la frontera del río Quinto recibió una comitiva de los llamados “indios amigos” y dicen,  supo conquistar a una china llamada Carmen, mestiza, de la que supo sacar informes para lograr el éxito de su expedición a “tierra adentro”. Al poco tiempo de convivencia en el fortín ella tuyo una hija “mal habida”, como se decía cuando era de padre desconocido, pero el comandante generosamente, resolvió, ante el bautismo  convertirse en el padrino de la beba. Y así la China Carmen y su hija se incorporaron  a la guarnición blanca, aunque en una situación clandestina.

 

 

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domingo, 24 de abril de 2022

Manuelita Rosas, semblante de la Princesa Federal

 



Manuelita Rosas

Manuelita Robustiana Rosas

La Princesa Federal

Manuelita, nace en Buenos Aires el 24 de mayo de 1817 es  hija de Don Juan Manuel de Rosas con Doña Encarnación Ezcurra.

Juan Manuel de Rosas ocupó la gobernación de la Pcia de Bs As con facultades extraordinarias (poder legislativo) de 1829 a 1832 tras el fusilamiento de Dorrego por Lavalle y tras el asesinato de Quiroga vuelve al poder pero con la suma del poder político, es decir los tres poderes, fue gobernador de Bs As desde 1835 a 1852, además era el jefe de las fuerzas armadas de la confederación y tenía el manejo de las relaciones exteriores de las pcias.

Manuelita Rosas



Manuelita tuvo una educación esmerada, de motu propio. Ella lo ha referido al recordar a su maestro Marcelino Camelino. Y se tiene por cierto que recibió clases del famoso educacionista Salvador Negrotto.

Manuelita Rosas

La Princesa Federal, como se la apodó, era delgada, esbelta con un porte de distinción, durante la vida de su madre se mantuvo en un segundo plano pero a la muerte ella se convirtió en la Primera Dama, su padre la llevará a fiestas y candombes, a los que se dice era muy afecta. Busca así aumentar su popularidad. Pero también reinará entre altos cargos políticos y diplomáticos en los salones de San Benito de Palermo.  Se convierte en jefa de relaciones pública y con el tiempo comenzará a intermediar los pedidos de clemencia que recibía para su padre.

Manuelita Rosas







Adoraba a su tatita, sin embargo, por sus celos sacrificó su juventud, recién cuando está en Londres exiliada podrá casarse con su prometido Máximo Terrero que esperó pacientemente y  la seguirá hacia Inglaterra.


Manuela era íntima amiga de Camila O'Gorman, la joven muchacha que protagonizó una trágica historia de amor con el sacerdote de la parroquia del Socorro, Uladislao Gutierrez bajo el mandato de Rosas, huyeron hacia Goya, Corrientes pero cuando fueron apresados Manuelita hizo preparar una habitación para Camila en la Casa de Ejercicios de la Madre Antula y una celda en el cabildo que en ese entonces actuaba como cárcel, pero un desperfecto en la nave que los traía hizo que terminaran en Santos Lugares, la cárcel política de la época rosista, el periodismo de esos tiempos tomaron el caso para atacar a Rosas haciendolo ver como un libertino si perdonaba el crimen de la pareja por lo que se decidió a fusilar a la pareja.

El pedido de un grupo de federales de un retrato de Manuelita a Prilidiano Pueyrredón en 1851 fue un gran desafío porque el pintor debía priorizar el rojo que era representativo de la facción federal. La joven se mantiene parada en un ambiente intimista, en su mano una carta seguramente con pedidos para su padre. La réplica de este cuadro que aparecerá en el billete de veinte pesos argentinos en la década de 1990 la convertirán en la primera mujer argentina en figurar en un billete.

Manuelita Rosas

El billete en cuestión es rojo, tiene en el frente la efigie de Rosas y en el anverso un cuadro en recuerdo de la Batalla de la Vuelta de Obligado 20 de Noviembre de 1845. En cuya conmemoración recordamos el día de la Soberanía.

Manuelita Rosas


Manuelita reinaba en los salones de la quinta de San Benito de Palermo donde concurrian mandatarios provinciales y diplomáticos, en esa época se habían puesto de moda grandes peinetas que demostraban la jerarquía social de quien la portaba, el pintor Hipólito Bacle dejó algunas impresiones al respecto.

Manuelita Rosas

Manuelita Rosas

Después de la derrota de su padre en la batalla de Caseros, librada el 3 de febrero de 1852, lo siguió al exilio a Southampton, Inglaterra, junto a su hermano Juan Bautista y cuñada Mercedes Fuentes y Arguibel. El 22 de octubre de 1852 en la iglesia católica de Southampton se casa con su eterno novio y tienen dos hijos Manuel Máximo Juan Nepomuceno Terrero y Rosas (n. 20-5-1856, f. 21-7-1926) y Rodrigo Tomás Terrero y Rosas (n. 22-9-1858). 




Manuelita Rosas
Fallece en Londres el 17 de septiembre de 1898 y es enterrada junto a su padre. Sin embargo cuando se exhuman los restos de Rosas para repatriarlos en la década de 1990 no hacen lo propio con los suyos.


Puedes ver un documental sobre los retratos del siglo XIX

https://www.youtube.com › watch













domingo, 6 de marzo de 2022

Castillo San Franscisco de Egaña, Rauch

Castillo San Franscisco de Egaña


El Castillo de Egaña es de cuentos

Castillo de Egaña
El  Castillo San   Francisco  es  un  casco  de   estancia 
ubicado en las cercanías de la Estación Egaña, en el Partido de RauchProvincia de Buenos Aires. Pero su historia comienza a mediados de la segunda década del siglo XIX como muchas otras de grandes latifundios en la pampa bonaerense.

Hacia 1825, en épocas de Bernardino Rivadavia el general Eustoquio Díaz Vélez, protagonista del proceso revolucionario iniciado en mayo de 1810, y de las luchas por la independencia, adquirió por la Ley de  Enfiteusis algo más de 17 leguas en la zona del Fuerte Independencia, hoy Tandil. Poco después, sumó 20 leguas más dando origen a una inmensa estancia, a la que en honor a su esposa, Carmen Guerrero y Obarrio, bautizó con el nombre de “El Carmen”.

Treinta y un año más tarde, cuando el viejo general murió en 1856, sus hijos, Carmen, Manuela y Eustoquio (h), hicieron efectiva la propiedad del latifundio y, tras la sucesión, el varón se quedó con la estancia, manteniendo su antigua denominación.

Millonario próspero y renombrado miembro de elite porteña, Eustoquio Díaz Vélez (h) acrecentó su fortuna a lo largo de su vida, dejó un suntuoso palacio en el barrio de Barracas y, cuando finalmente falleció en 1910, la estancia “El Carmen” se dividió entre sus dos únicos hijos varones: Carlos, que era ingeniero, y Eugenio, arquitecto de profesión, quien se quedó con la parte del viejo casco y también recibieron una fracción de territorio sus cuatro nietas.

Castillo de Egaña
Será Eugenio quien levantaría, en la porción de tierra heredada, el castillo sobre la vieja edificación de casco de estancia San Francisco, muy cercano al pueblo/estación de Egaña, por donde pasaba el tren desde 1891..

Eugenio proyectó el edificio siguiendo un estilo ecléctico europeizante y trasladó desde Buenos Aires y Europa la mayor parte de los materiales de construcción: maderas, cristales, mármoles, luminarias, esculturas, cuadros, estufas labradas, entre otros. La obra se prolongó desde 1918 hasta 1930.

Parece que en el medio se presentó una rivalidad con Andrés Egaña, esposo de una de sus primas. La construcción habría empezado siendo con planta baja y primer piso, pero después Egaña comenzó a poner plantas para que quedara oculto. Entonces Díaz Vélez agregó la última planta y los miradores, y lo convirtió así en un verdadero castillo.

Su atractivo tiene que ver con la imponencia de una construcción de ese tipo en el medio del campo, apartado varios kilómetros de las ciudades más próximas y alrededor de 300 km de Capital Federal. Alejado hasta del asfalto porque se llega solo por camino de tierra, desde la ruta 30.

La construcción está en medio de un monte que la mantiene oculta hasta casi el momento en que se está frente a ella

                      Castillo de Egaña


Fue pensada como la estancia principal de la familia, que pasaba en ella largas temporadas junto a un pequeño ejército de sirvientes.

Si bien Eugenio en persona dirigió la obra los constructores y profesionales fueron traídos desde la Ciudad de Buenos Aires. El exterior del edificio  encierra un curioso dato respecto a su arquitectura: la propiedad no tiene un frente definido. Todos sus lados cumplen la función de recepción, aunque a juzgar por las fotos existe una postal que revela siempre la misma cara como si se tratase de la principal.

                        Castillo de Egaña


Fue concebida en una época en donde la oligarquía terrateniente construyó muchas grandes estancias de imponentes cascos en sus prósperos establecimientos agropecuarios. Años en donde Argentina estaba posesionada como uno de los países más ricos y promisorios del mundo, aunque  muchas de esas familias vivían por temporadas en Europa.

Resulta difícil pensar en semejante castillo de una estancia aristocrática sin inauguración.

 El castillo se terminó de construir en 1930, y para celebrarlo, se preparó una gran cena de inauguración oficial.

La familia de Eugenio, amigos, y los trabajadores de la casa, se alistaban para un banquete destinado casi a un centenar de visitas. Todo relucía, nada faltaba a su lugar y la mesa estaba servida.

Sin embargo ese día  mientras estaban todos los invitados en el castillo a la espera del dueño, que llegaría en tren desde Buenos Aires. Esperaron por varias horas hasta que llegó por el telégrafo el anunció de la noticia menos esperada, la información de su muerte de un infarto, en su caserón porteño en Barracas, ubicada en el terreno donde se encuentra ahora el Hospital General de Niños Pedro de Elizalde, popularmente conocido como Casa Cuna. La noticia fue tan inesperada e inoportuna que todos los presentes se fueron, de repente, dejando todos los preparativos para la fiesta, inclusive las mesas servidas  cubiertas con manteles de lino del Nilo, cubiertos de plata, copas de cristal de Bohemia, valija de porcelana de Limoges, etc…. Su única hija y heredera como su esposa, nunca más volvieron al lugar,  arrendaron las tierras, administradas por la Casa Bullrich y Cia. mientras el casco estuvo cerrado durante 30 años hasta 1960".

                          Castillo de Egaña


Nelly, una  vecina mayor del pueblo de Egaña, recuerda que en su infancia solía ir a jugar a los alrededores del castillo y mirar a través de una reja los vestigios de lo que fue la frustrada cena de inauguración. "Los vidrios de la ventana estaban rotos y se llegaba a distinguir lo que había en su interior. Veía la mesa puesta con los platos y las copas", afirma la señora.

Todo parece indicar que no fue una decisión acertada el arriendo de las tierras. Los actuales descendientes coinciden en afirmar que, desde entonces, se inició la lenta y persistente decadencia de la estancia y su fabuloso edificio sin mantenimiento ni custodia sufrió el deterioro del tiempo como del ingreso de personas al lugar que fue produciendo saqueos de las muchas pertenencias que en su interior: muebles, adornos, piano, cuadros, canillas de oro, mármol de Carrara, etc. El desmantelamiento terminará con la subasta de lo que quedaba.

En 1958, bajo la gobernación de Oscar Alende (UCRI), el proyecto de reforma agraria,  alentado desde los días del presidente Perón, finalmente tocó a las puertas de la estancia; y, con la intensión de implementar planes de colonización y afincar a pequeños propietarios rurales, la inmensa propiedad fue expropiada por la provincia, según ley 5.971, del 2 de diciembre de 1958 y ley 6.258 del 14 de marzo de 1960. De este modo, los antiguos arrendatarios se convirtieron en propietarios de las tierras que antes alquilaban, apoyados por créditos del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

El Ministerio de Asuntos Agrarios creó entonces la colonia Langueyú, dentro de la cual quedó gran parte de la estancia San Francisco y su reputado casco. 

En 1965, el gobernador Anselo Marini (UCRP)  transfirió el casco al Consejo General de la Minoridad (mediante decreto 5.178/65) con la intensión de convertirlo en un hogar/granja que, en realidad, terminó convertido en un reformatorio. Sus 77 habitaciones, 14 baños, dos cocinas, lavaderos y talleres volvieron a vivir mientras se hicieron adaptaciones acorde a las necesidades de los nuevos habitantes, perdiendo parte del estilo original.  Eduardo Burg se constituyó como administrador y director suplente del instituto para menores con problemas de conducta.

Uno de los jóvenes que albergó la institución al cumplir la mayoría de edad, debió abandonar la propiedad, y gracias a la ayuda del ex director suplente consiguió trabajo en Rauch, aunque no le agradó y regresó al establecimiento para trabajar como celador de los menores. En 1974, en un episodio que no quedó aclarado aquel joven tomó un arma y asesinó de siete disparos a Eduardo Burg.

Los menores entonces fueron trasladados y el castillo quedó, una vez más, deshabitado y abandonado.

                                         Castillo de Egaña


Corriendo el 2010 y movidos por un pedido de demolición del castillo, un grupo de parroquianos de la zona se auto-convocó para impedirlo. Obtuvieron 1.000 firmas con  las que pudieron poner fin al intento de demolición. A partir de ese momento, unos 15 vecinos decidieron ir al lugar para comenzar con tareas de limpieza ya que el castillo estaba abandonado desde hacía 30 años. Los árboles habían avanzado sobre las paredes del castillo, había mucho guano de animales y de a poquito comenzamos a ponerlo  más lindo, actualmente se mantiene su parque muy bien cuidado. 

                        Castillo de Egaña


Actualmente pertenece al Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires entregado en comodato a la municipalidad de Rauch.

Lamentablemente no he podido encontrar fotos de su plenitud.

Fuentes:
https://leerdelviaje.com

https://infocielo.com

https://www.conocelaprovincia.com.ar

https://viapais.com.ar