EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ 2023 FUE PARA Narges Mohammadi
Narges Mohammadi, activista iraní detenida, fue distinguida con el Nobel de la Paz.
El premio Nobel de la Paz fue otorgado a la iraní Narges Mohammadi, quien actualmente se encuentra encarcelada en Teherán. El jurado del Nobel la distinguió "por su combate contra la opresión de las mujeres en Irán" y "su lucha por promover los derechos humanos y la libertad para todos".
"Su lucha le costó,que el régimen la haya detenido 13 veces, la haya condenado en cinco ocasiones y la haya sentenciado a un total de 31 años de prisión y 154 latigazos"
Mohammadi, periodista y activista por los derechos humanos irani de 51 años, dedicó su vida a defender los derechos humanos en su país, oponiéndose al velo obligatorio o a la pena de muerte.
En los años 2000 se unió al Centro de Defensores de los Derechos Humanos, fundado por la también Premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi y del cual es hoy vicepresidenta, luchando entre otras causas por la abolición de la pena de muerte.
En su libro "White Torture" (Tortura blanca), Mohammadi denuncia las condiciones de vida de las prisioneras mujeres en las cárceles iranies, especialmente en aislamiento, abusos que ella misma afirma haber sufrido.
Tras su liberación bajo fianza, Mohammadi, se sumergió en una campaña contra el uso de la pena de muerte.
En noviembre de 2021 fue detenida cerca de Teherán, donde asistía a una ceremonia en memoria de un hombre muerto en 2019 durante una manifestación contra el aumento del precio del combustible.
La periodista fue condenada por última vez en enero de 2022 a ocho años de prisión y 70 latigazos.
El 16 de septiembre, ella y otras tres prisioneras quemaron sus velos en el patio de la cárcel, conmemorando el aniversario de la muerte de Mahsa Amini. Amini, era una kurda iraní de 22 años, que murió tras ser detenida por vulnerar presuntamente el estricto código de vestimenta para las mujeres, desatando un amplio movimiento de protesta en la República Islámica.
Mohammadi es la decimonovena mujer en recibir el Premio Nobel de la Paz y la segunda mujer iraní en lograr este honor, siguiendo los pasos de la activista de derechos humanos Shirin Ebadi, quien lo obtuvo en 2003.Ella fue también galardonada este año con el Premio Guillermo Cano a la Libertad de Prensa otorgado por la UNESCO. Además, en 2022 recibió el Premio al Valor de Reporteros sin Fronteras (RSF)
La sentencia fue criticada por el Ministerio de Asuntos Exteriores británico, que la calificó de "otro triste ejemplo de los intentos de las autoridades iraníes de silenciar a valientes defensores de los derechos humanos". Amnistía Internacional la designó presa de conciencia y pidió su inmediata liberación. Reporteros sin Fronteras hizo un llamamiento en nombre de Mohammadi con motivo del noveno aniversario de la muerte de la fotógrafa Zahra Kazemi en la prisión de Evin, afirmando que Mohammadi era una reclusa cuya vida estaba "en peligro especial". En julio de 2012, un grupo internacional de legisladores pidió su liberación, entre ellos el senador estadounidense Mark Kirk, el exfiscal general canadiense Irwin Cotler, el diputado británico Denis MacShane, el diputado australiano Michael Danby, la diputada italiana Fiamma Nirenstein y el diputado lituano Emanuelis Zingeris entre otros muchos mensajes de apoyo.
A pesar de estar privada de su libertad, Mohammadi continuó informando sobre la precaria situación de los presos en Irán. Desde la cárcel, redactó numerosos artículos al respecto, a pesar de enfrentar maltratos y torturas, agravados por sus problemas cardíacos.La salud de Mohammadi declinó mientras estaba bajo custodia, y desarrolló una enfermedad parecida a la epilepsia que le hacía perder periódicamente el control muscular. Organizaciones como Amnistía Internacional llevan tiempo denunciando que Mohammadi está siendo torturada y que no recibe el tratamiento médico que necesita para el corazón y los pulmones. En febrero del pasado año sufrió de hecho un ataque al corazón y la fiscalía prohibió su traslado a un hospital.
Mohammadi es un símbolo de unas mujeres, las iraníes, que “han sido acosadas por su forma de vestir, y que sufren unas medidas legales y económicas cada vez más limitantes”
Mohammadi nació en Zanjan, Irán. Asistió a la Universidad Internacional Imam Jomeini, donde se licenció en física, y se convirtió en una ingeniera profesional. Durante su carrera universitaria, escribió artículos sobre los derechos de la mujer en el periódico estudiantil y fue detenida en dos reuniones del grupo de estudiantes políticos Tashakkol Daaneshjuyi Roshangaraan ("Grupo de Estudiantes Iluminadores"). También participó activamente en un grupo de montañismo, pero debido a sus actividades políticas, más tarde se le prohibió unirse a las escaladas.
Trabajó como periodista en varios periódicos reformistas
En 1999, se casó con su colega prorreformista Taghi Rahmani, quien poco después fue arrestado por primera vez. Rahmani se mudó a Francia en 2012 después de cumplir un total de catorce años de prisión, pero Mohammadi se quedó para continuar con su trabajo de derechos humanos. Mohammadi y Rahmani tienen hijos gemelos, Ali y Kianavive exiliado en París, con sus hijos gemelos, que no ven a su madre desde hace años.
El 10 de octubre de 2003, el Comité Noruego del Nobel otorgó a otra mujer, Shirín Ebadí el Premio Nobel de la Paz en
razón de "sus esfuerzos por la democracia y los derechos humanos", reconociendo su atención particular a la "lucha por los derechos de mujeres y niños". El Comité reconocía su "sensatez profesional" y su "valentía", afirmando que Ebadí "no ha prestado atención jamás a las amenazas a su propia seguridad". Shirin Ebadi es una abogada iraní que milita por los derechos humanos y la democracia. Fue la primera mujer iraní y musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz
se convirtió en una de las primeras juezas de su país En 1975 fue la primera mujer iraní en acceder a la presidencia de un tribunal.Después de la revolución islámica de 1979, se prohibió el ejercicio de la función de juez a las mujeres, por lo que todas las juezas iraníes fueron apartadas del cargo y destinadas a trabajos administrativos. Ebadi fue designada secretaria del mismo tribunal que anteriormente presidía. Protestó por ello y obtuvo una promoción como consejera en el ministerio de Justicia. Insatisfecha, solicitó una jubilación anticipada que le fue concedida.
Ebadi tampoco pudo obtener una licencia para dedicarse a la abogacía hasta el año 1992, año en que pudo abrir un despacho propio, y mientras tanto escribió varios libros y publicó numerosos artículos en diversas publicaciones iraníes.
Tras varios años ejerciendo como abogada en juicios por asesinato y divorcio, comenzó a asumir también la defensa en casos con implicaciones políticas a escala nacional, ejerciendo como abogada en el asesinato del matrimonio Foruhar, o del estudiante Ezzatollah Ebrahimneyad, asesinado en el asalto de las milicias basiyíes a la residencia de estudiantes de la Universidad de Teherán en 1999. En el transcurso de este último expediente, Ebadí fue acusada de hacer llegar al presidente Jatamí indicios de la responsabilidad de agentes gubernamentales en el asesinato de estudiantes, por lo que fue detenida y pasó tres semanas en la cárcel en 2000, aunque su condena a cinco años de cárcel y la retirada de su licencia fueron revocadas.
Es cofundadora de dos organizaciones no gubernamentales: la Asociación de Defensa de los Derechos de la Infancia en 1995, de la que fue principal responsable durante cinco años, y el Centro de Defensores de los Derechos Humanos, establecido en 2001 con el fin, de acuerdo con sus estatutos, de proporcionar "defensa legal gratuita a los perseguidos por motivos de conciencia y políticos" y "apoyo a las familias de presos políticos y de conciencia", así como de "informar sobre los casos de violaciones de los derechos humanos en Irán".
Ebadí presentó al comité del Nobel un libro titulado Democracia, derechos humanos e islam en el Irán moderno: perspectivas psicológicas, sociales y culturales, en el que repertoriaba bases culturales para la democracia y los derechos humanos en Irán, desde la Antigüedad de Ciro y Darío hasta la nacionalización del petróleo en época contemporánea por el popular primer ministro Mohammad Mosaddeq.
La mujer en Irán
Es un hecho indisputable que en Persépolis, donde la piedra preserva las ideas e ideales de la antigua Persia, las mujeres están ausentes. Todas las finas estatuas allí presentes representan toros, manadas de leones, corceles y guerreros. Incluso los sirvientes que caminan tras el rey son hombres. Una parte significante de Persépolis, especialmente su decoración interna, fue destruida por Alejandro Magno y por eventos naturales, pero muchos investigadores argumentan que esas partes destruidas contenía pinturas de mujeres. Sin embargo, hay muchos otros lugares donde aparecen las mujeres persas
Algunos historiadores creen que Ciro II el Grande fue quien, 10 siglos antes del Islam, estableció la costumbre de cubrir a las mujeres para proteger su castidad. De acuerdo a esta teoría, el velo pasó de la dinastía Aqueménida a los Seléucidas helenísticos. Ellos lo llevaron al Imperio bizantino, de donde los conquistadores árabes lo heredaron, transmitiéndolo a todo el mundo árabe.
Por otro lado, las mujeres tuvieron un importante rol en la vida cotidiana en la Dinastía Aqueménida. Ellas trabajaron junto con los hombres y recibieron el mismo salario de los hombres.Las mujeres de la "alta sociedad" tenían incluso influencias en asuntos de Estado. Las mujeres de la familia real de Aqueménida tuvieron sus propios estados, y documentos que aún existen muestran su rol activo en la organización: Cartas relacionadas con un cargamento de granos, vino y animales, etc
La igualdad de género fue uno de los principios básicos de la cultura persa por siglos
Siglos después, en el amanecer del siglo xx, muchas mujeres modernas, que han viajado a través de Europa para recibir una educación a la occidental, vieron el velo como un símbolo anticuado. Su remoción, desde su punto de vista, era esencial para el avance de Irán y su disociación de la cultura Árabe-Islámica. Para sectores conservadores, las mujeres europeas eran un símbolo de desorden y herejía.
La revolución constitucional de 1905-1911 imprimió un giro a la vida de las mujeres.Las mujeres participaron en gran número y ganaron importantes posiciones para expresar lo que querían, incluyendo periódicos, escuelas y asociaciones que florecieron en el período de 1911 a 1924.
Pero la derrota de los constitucionalistas (1921-1925) y la consolidación del poder por Reza Shah (1925-1941) tuvo dos impactos contradictorios. Los diarios y grupos creados por mujeres fueron destruidos,mientras el Estado implementó reformas sociales como educación en masa y salario para las mujeres por su trabajo. Reza Shah además inició una controvertida política de «retirada del velo», prohibiendo usar el Hiyab islámico en público. Pero como otros sectores de la sociedad bajo esos años, las mujeres perdieron su derecho a expresarse y el disenso fue reprimido.
Con la revolución iraní de 1979, las mujeres perdieron aún más derechos, esta vez en favor del conservadurismo religioso. El Estado ordenó que la vestidura del hiyab era obligatoria para toda mujer, e implementó estrictos códigos religiosos. Frente a esta evolución, los sectores feministas se rebelaron y salieron a protestar a las calles.
Los principios de los años noventa vieron un incremento en el empleo para las mujeres Este incremento fue mucho mayor que la tasa anterior a la de la revolución. El gobierno apoya las carreras de las mujeres en determinados oficios. Por ejemplo, si una mujer quiere ser pediatra o ginecóloga puede serlo, pero el gobierno pone trabas si una mujer quiere ser ingeniera civil.[
En mayo de 1997, un gran número de mujeres participó en las elecciones presidenciales y la mayoría votó por Mohammad Jatamí, clérigo reformista que había prometido la reducción de la represión y la tolerancia de organizaciones independientes. Su elección abrió un período donde las mujeres pudieron expresarse libremente.La entrega del premio nobel de la paz a Shirin Ebadi, una activista de los derechos humanos y de la mujer en Irán, dio más ganas de participar a muchas mujeres.
Las protestas en las que se encuentra sumido Irán no parecen ceder. A más de 45 días de la muerte de Mahsa Amin, una mujer kurdo-iraní que murió tras haber sido arrestada por la policía de la moral de Irán por transgredir el código estricto sobre vestimenta que rige en el país, no cesa la ola de indignación que desataron las leyes sobre uso obligatorio de hiyab, la ferocidad de las fuerzas de seguridad y la represión por parte del gobierno en general.
Esta revuelta ha sido distinta. Hombres y mujeres de diversos orígenes étnicos han marchado bajo el estandarte de los derechos de la mujer. En todo Irán, multitudes han entonado los cánticos del movimiento de mujeres “Jin, Jian, Azadi” en kurdo y “Zan, Zendagi, Azadi” en farsi, que significan “¡Mujer, vida, libertad!”, con la premisa de que la libertad para las mujeres implica libertad para todos.
En las últimas semanas, valerosas colegialas y estudiantes universitarias han tomado la iniciativa y han alzado sus velos, han marchado por las calles y han ahuyentado a funcionarios públicos. La reacción represiva a esto han sido detenciones masivas y, según trascendió, el asesinato de cientos de personas, incluidas niñas.
Reclaman que haya cambios radicales, y no causa sorpresa que en la primera línea de las movilizaciones haya niñas y mujeres jóvenes. Jina, el nombre de Mahsa en kurdo, tenía apenas 22 años cuando murió mientras se encontraba bajo custodia de la policía iraní, y se ha convertido en símbolo de la injusticia de las normas restrictivas que el Estado impone a las mujeres. Durante la infancia, deben empezar a usar el hiyab cuando alcanzan la pubertad. Como mujeres adultas, se les sigue negando la posibilidad de elegir su vestimenta, lo cual impacta en su derecho a participar en todos los aspectos de la vida pública, como estudiar, trabajar o incluso dejar su hogar.
Podría ocurrirles, como le sucedió a Jina, que las arresten sencillamente porque un policía de la moral considera que la forma en que usan el hiyab no es “adecuado”. Podrían ser multadas o detenidas con el fin de “educarlas”, golpeadas, hostigadas y, si se considera que han protestado contra el código de vestimenta, incluso condenadas a prisión.
Las mujeres han cuestionado el código de vestimenta obligatorio durante décadas y ahora lo rechazan abiertamente en un acto de resistencia que consiste tan solo en salir a vivir sus vidas sin el hiyab. Si bien el código de vestimenta es la forma de discriminación más visible, es apenas un aspecto de la discriminación sistémica que enfrentan.
La crisis económica, que precede a esta revuelta, ha puesto al borde de la pobreza a una buena parte de la sociedad iraní, y esta situación afecta a las mujeres de manera desproporcionada. Las leyes y políticas de Irán son discriminatorias en cuanto al acceso de las mujeres al empleo, lo que incluye limitar las profesiones a las cuales pueden ingresar las mujeres y negar igualdad de beneficios a las mujeres que integran la fuerza laboral. Aunque más del 50 % de quienes se gradúan de la universidad en Irán son mujeres, la tasa de desempleo entre las mujeres supera en más del doble a la de sus pares hombres, una tendencia preocupante que incluso se ha profundizado desde la pandemia de Covid-19.
De hecho, la participación de las mujeres en la fuerza laboral en 2019 fue de apenas el 18% y se redujo al 14% en 2020. Por el contrario, la participación de los hombres fue del 72% en 2019, y bajó al 70% en 2020. En 2017, Human Rights Watch comprobó que era habitual que los empleadores publicaran búsquedas laborales dirigidas a hombres más que a mujeres, y algunos exigían el consentimiento escrito de esposos y novios, sin que exista una ley que prevea sanciones por estos actos manifiestos de discriminación.
En vez de abordar las dificultades económicas que enfrentan las mujeres y su falta de acceso equitativo a oportunidades para definir sus propias vidas, las autoridades iraníes están intentando obligar a las mujeres a contraer matrimonio a una edad más temprana y a tener más hijos para aumentar la población del país. Así como en un momento el gobierno recibió elogios internacionales por promover la planificación familiar, hoy las mujeres lidian con graves limitaciones en el acceso a los derechos sexuales y reproductivos. Una ley sobre población sancionada en noviembre de este año prohibió la esterilización y la distribución gratuita de anticonceptivos en el sistema de atención de la salud pública a menos que la posibilidad de un embarazo amenace la salud de la mujer, y limitó incluso más el acceso al aborto seguro.
Esa misma ley estableció incentivos para el matrimonio temprano, como préstamos sin interés para jóvenes de hasta 25 años que se casen. En un contexto en el que muchas familias se ven empujadas a una situación de pobreza, podrían forzar a niñas y mujeres a casarse antes para tener una persona menos que alimentar. La información del propio gobierno muestra que el matrimonio infantil está en aumento. El código civil de Irán establece que las niñas podrán casarse desde los 13 años y los niños desde los 15, y prevé la posibilidad de edades incluso menores cuando medie autorización de un juez.
Una vez casadas, las mujeres y niñas a menudo sufren otros abusos. Las leyes de Irán otorgan a los esposos un control significativo sobre la vida de sus esposas. Conforme al Código Civil, el esposo tiene derecho a elegir donde vive el matrimonio y puede impedir que su esposa tenga ciertos empleos si considera que son contrarios a los “valores familiares”. La Ley de Pasaportes dispone que una mujer deberá obtener el permiso de su esposo para que se le otorgue un pasaporte y para viajar fuera del país.
Irán no cuenta con políticas para prevenir abusos, proteger a las mujeres y juzgar hechos de violencia doméstica, pese al número creciente de noticias sobre femicidios horrorosos y sobre mujeres que ponen en riesgo su vida para escapar de situaciones de abuso. En muchos casos de femicidio, los fiscales y los jueces no presionan para que se impongan penas adecuadas.
Hace más de 40 años, las autoridades iraníes intentaron excluir a las mujeres de la vida pública. Pese a la discriminación, las mujeres iraníes tienen un nivel educativo alto y han superado barreras en numerosos campos profesionales. Las mujeres han repudiado leyes y políticas discriminatorias, como el código de vestimenta y el acoso sexual, y han logrado algunas reformas. Pero también han enfrentado detenciones, torturas, encarcelamiento e incluso penas de muerte. Un hecho particularmente relevante es que las autoridades iraníes han encarcelado a quienes lideraron la campaña por “Un millón de firmas”, una iniciativa crucial por los derechos de la mujer que empezó en el año 2006 para obtener un millón de firmas de ciudadanos iraníes a favor de la igualdad de género.
Las niñas y las mujeres iraníes están protestando contra las normas discriminatorias y reclaman un cambio profundo para asegurar sus derechos y libertades fundamentales. Las autoridades iraníes —y el mundo entero— deben escucharlas.