La
polaca
que
luchó contra los prostíbulos
En marzo de 2019 comenzó la proyección de la novela “Argentina, tierra de
amor y venganza" ambientada en la Argentina de la década de
1930, en tiempos de bonanza y progreso, que muestra la oleada de inmigración principalmente europea y las deterioradas política y economía propias de nuestra Década
Infame.
Impecables
locaciones, cuidado vestuario e incorporación de automóviles de época se ponen
al servicio de una historia basada en hechos y personajes verídicos.
En
un mundo entre conventillos y prostíbulos se mueve el personaje de la China
Suarez como Raquel Zimmerman pero la historia registra a la verdadera “Polaca” como Raquel Liberman,
una mujer judia polaca, víctima de la trata de
personas en Argentina que se atrevió a romper el silencio, a denunciar a sus tratantes regenteados nada menos que por la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos
‘Varsovia’, recordada como la ZWI MIGDA.
Sólo la ZWI
MIGDAL llegó a regentear dos mil prostíbulos. Y desde el inicio contó con la
complicidad, la tolerancia y hasta con la participación de agentes del Estado,
ya sea la policía y otras fuerzas de seguridad, las autoridades migratorias,
jueces, políticos o personajes prominentes de la actividad económica y social.
Su nombre real era Ruchla Laja Liberman y había nacido el 10 de julio de 1900 en
Berdichev, actual Ucrania. Se fue a Polonia en su adolescencia
y a los 24 años llegó a Buenos Aires, como tantas otras judías de Europa
Oriental escapando al hambre y las
persecuciones antisemitas. Por lo difícil de
su nombre, aquí comenzaron a llamarla Raquel.
En la ficción, Raquel llega engañada a Buenos Aires, creyendo que un matrimonio
arreglado la espera y que tiene un futuro por delante, pero es alojada en un
burdel y obligada a prostituirse. En la realidad ella llegó en 1924
con sus dos hijos para encontrarse con su esposo, Yaacob Ferber, que había
inmigrado un año antes, se instala en Tapalqué, provincia de
Buenos Aires donde la cuñada de la
Polaca, Elke, era la madama de un burdel. A poco de llegar, su esposo muere víctima de tuberculosis,
entonces deja a sus hijos al cuidado de una pareja y viaja a Buenos Aires donde
por su dificultad en el idioma y su ignorancia, cae víctima de prostitución.
A causa de la pobreza y la persecución religiosa que
sufrían estas mujeres, sus padres confiados las vendían a caballeros que resultaban
rufianes que fraguaban un matrimonio religioso entre la mujer explotada y
explotador. Al llegar eran obligadas a firmar un contrato por el que se
comprometían a pagar el viaje, la ropa, el alimento, la renta de la pocilga
donde la alojaban y su mobiliario. Todo a precio varias veces superior al real,
por lo que su deuda se eternizaba y se convertía en un instrumento más de
retención.
La “clientela” de estas mujeres traficadas eran en
primer lugar inmigrantes europeos que habían venido solos, en búsqueda de
oportunidades laborales. Ellos eran consumidores de las “blancas” europeas que
terminaron por desplazar a las nativas en el “mercado” del comercio sexual.
Pero también había una exclusiva clientela, la alta burguesía porteña, una
importante cantidad de señores ricos que consumía, entre sus placeres, una
prostitución de alto nivel, mujeres “importadas” especialmente para ellos.
En el caso de Raquel, con el tiempo fue capaz de comprar su
libertad gracias a lo que ganaba y ahorraba, pero pronto fue engañada por un nuevo
esposo, José Korn, quien con los ahorros de Raquel, compró una casa que puso a su nombre y
convirtió en prostíbulo, dejándola otra vez a ella sin nada,
para obligarla a reingresar a la red de trata de la temible organización. Sin
embargo, Raquel
no se dio por vencida y fue a la Justicia a denunciar la estafa
que había sufrido.
En 1930 la denuncia de Raquel,
que se había originado tras su reclamo para recuperar el dinero robado por su
ex esposo, terminó
con una redada masiva de miembros de la Zwi Migdal. A pesar de
que la mayoría de los que habían sido detenidos luego fueron liberados, la
organización no se recuperó del golpe y terminó desapareciendo porque puso al
descubierto una verdadera red de complicidades
que incluía médicos, policías, agentes migratorios, jueces y personalidades
destacadas de la política vernácula.
Recordemos que la prostitución era
vista como lo que permitía mantener sana la estructura familiar y la honradez
de las mujeres decentes. Para ello estaba en vigencia un sistema que hacía
registrarse a las pupilas de los burdeles, que se debían someter mensualmente
al control médico. Un "mal necesario", permiso para los desahogos
sexuales masculinos y la preservación de salud pública, de allí el nombre de
Casas de Tolerancia.
Los intentos por combatir la trata de mujeres fueron
muchos, pero nada exitosos. En 1913 el diputado socialista Alfredo Palacios
presentó la Ley 9143, llamada Ley Palacios,
la primera ley en el mundo contra la “Trata de Blancas, la prostitución de
niñas y adolescentes y el proxenetismo”, colocando a la
Argentina en la vanguardia legislativa de la época. Pero a pesar
de su sanción, la aplicación se mantuvo congelada hasta 1960, cuando
Argentina ratificó el “Convenio para la Represión de la Trata de Personas y la
Explotación de la Prostitución Ajena” de la ONU de 1949.
Recién en 1936 se promulgaba la ley 12.331 “Ley Nacional de
Profilaxis” que prohibía los prostíbulos en todo el país con el objetivo de
controlar la sífilis. La prostitución ejercida en ámbitos comunes para tal fin,
se convertía así en un delito.
Con esta ley, además de intentar evitar el avance de la sífilis,
se proponían combatir el proxenetismo y la práctica de coimas entre
funcionarios policiales y judiciales, lo que ya era moneda corriente.
Fue conocida popularmente como la ley de “cierre de prostíbulos”
adoptando el país una posición abolicionista que perdura al día de hoy. “La
prostitución como actividad por elección personal no está prohibida; sí lo
están los prostíbulos en todas sus formas”
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