Las primeras mujeres en la historia
de Monte Grande y sus pagos
(parte 1)
La inquietud de encontrar el papel de la mujer en el quehacer nacional y local me movió a rastrear aquella primeras mujeres vecinas del actual distrito de Esteban Echeverría para dejar sus nombres y labores registrados para la posteridad.
No fue tarea fácil porque aún en la historia local se rescata la figura de los hombres destacados por su actividad en la medicina, las leyes, el gobierno, el comercio, el sacerdocio y algunas otras profesiones de mayor consideración para la sociedad, toda la mayoría trabajadora queda en el anonimato para nuestros libros.
Este año Monte Grande ha festejado los ciento cincuenta años de su fundación como pueblo y el año pasado el municipio de Esteban Echeverría cumplió su Centenario.
Por supuesto que en los albores de los tiempos estas tierras fueron ocupadas por pueblos nómades cazadores, recolectores, que se asentaron principalmente a la vera de los ríos y arroyos de la zona y en las orillas de lo que hoy constituye la Reserva Histórico-Natural de Laguna de Rocha, donde en la década de 1970 fueron encontradas piezas supuestamente perteneciente a un enterratorio originario, al abrirse un brazo aliviador del Río Matanza. La presencia de un bosquecito de talas, que aún se conserva y la presencia de agua y abundante fauna autóctona lo convertían en un lugar privilegiado en medio de nuestras pampas.
La mayoría de tribus se constituían por familias poligámicas, pero patriarcales. Esos matrimonios surgían de intercambios comerciales entre las familias.
En esos clanes aparece una incipiente división de tareas. Ellos cuidaban de la caballada, y salían a maloquear, o de cacería, circunstancias que normalmente se extendían por unos cuantos días. Las indias debían hacerse cargo de el aseo de la toldería, el resguardo y crianza de los niños y el cuidado de ancianos, las tareas domésticas que incluían… recoger la escasa leña, la provisión de agua, la recolección de raíces, hierbas, semillas y frutos, sobar cueros y charquear carne, algunas tareas de alfarería y cestería, y el tejido. Esos tejidos eran el producto más utilizado para el intercambio comercial con los huincas.
En aquellos toldos, se vivía, se cocinaba, se dormía, se reunían para hacer parlamentos, igual que en los ranchos, las pieles sobre el suelo constituían la principal pertenencia. Llegado el momento de movilizarlos ellas contribuían al desarmado, traslado, y reorganización de las tiendas, acarreando enseres y prole.
Será la mujer la depositaria de saberes ancestrales que les permitían aliviar los sufrimientos provocados por enfermedades y heridas. “Las machis” como así se las conocían, usaban hierbas, raíces, frutos, semillas, barros, grasa para brebajes, infusiones, baños, emplastes, amuletos, y rodeaban al enfermo de rituales, cánticos y rogativas, que tal vez generaban mayores resultados de curación por su acción de sugestión.
Ha quedado vestigios de los primeros conquistadores de nuestro territorio en un espada española vendida a un coleccionista privado que posteriormente la donó al Museo Histórico de la cuidad de Santa Fé, donde hoy es exhibida como uno de sus tesoros más antiguos. La conocida espada de Brancamonte seria testimonio de la Batalla de Santi Spiritu o de La Matanza. Lamentablemente es un patrimonio que hemos perdido. Pero sabemos que con Mendoza no solo vinieron hombres sino también mujeres que acompañaron cocinando, cociendo, curando, cuidando las ropas y otros menesteres hasta que el hambre se adueño del asentamiento y entonces ellas mismas cargaran con los débiles hombres.
Y luego vendrán con Garay distribuyéndose familias en suertes de estancias que tenían el frente en el Río. Pero la presencia de ganado cimarrón en toda la región generó las vaquerías incursiones para cazar ganado y obtener de él principalmente su cuero.
Y luego vendrán con Garay distribuyéndose familias en suertes de estancias que tenían el frente en el Río. Pero la presencia de ganado cimarrón en toda la región generó las vaquerías incursiones para cazar ganado y obtener de él principalmente su cuero.
De a poco vendrá la ocupación de estancias y de chacras tierra adentro. Para principios del siglo XIX eran pocos los hacendados que vivían en sus estancias, mayormente estaban ocupadas por algún capataz y la peonada, todavía sin alambrado se hacía difícil ocupar la tierra y mucho menos sacarle provecho a través de la agricultura. Todavía estaban vigentes las vaquerías, para extraerle el cuero, como mayor valor, y utilizar la carne para los saladeros.
El mestizaje que se fue dando entre blancos e indios fue dando un nuevo arquetipo social, nómade, diestro para las labores ganaderas, amante de la libertad, que fue reclutado en las guerras de la independencia y luego perseguido por la Ley de Vagos
La china, nombre que recibió la compañera del gaucho, estuvo junto a él y cuando la pareja se acercaba a las estancias, ellos se ocupaban en las tareas ganaderas y ellas actuaban como cocineras, lavanderas o costureras. A la paisana le tocaba preparar la comida, incluyendo pisar granos, charquear la carne, sobar cueros, esquilar ovejas, ordeñar vacas, fabricar quesos, tejer las telas con las que se vestían, pescar y buscar nidos, recolectar yuyos y raíces, y cuidar los animales domésticos dentro de los que se encontraban los gallos de riña, dirán los poetas.
Especial consideración debe tenerse con respecto a su fortaleza de ánimo para parir y criar a la prole en esas soledades. Pero una vez producidos los nacimientos todavía había que hacer frente a una gran mortandad infantil, la mitad de las veces el dar a luz se transformaba en un dolor en vano. Así el pago se reunía para el velorio del angelito. En contraposición las otras reuniones eran los bailes en torno a las postas o pulperías y alrededor de alguna capilla los domingos para misa, porque solía ser costumbre que las mujeres ingresaran y los paisanos quedaran afuera intercambiando opiniones.
Es en esos tiempos de fronteras internas y malones supo haber cautivas. Por la disminución de la población aborigen principalmente por viruela los indios ingresaban a la zona de explotación criolla robando animales, objetos de valor y mujeres que usaban para aumentar sus tribus.
Un poema de Esteban Echeverría narra los incidentes de una mujer tomada como cautiva junto a su compañero y todos los obstáculos por los que atravesó para volver junto a los criollos. Dicen que este poema describe bien la fisonomía geográfica y los habitantes de estas tierras y que es por esto que fue elegido para nombrar al nuevo distrito cuando fue creado.
Hacia 1825 los Hnos. Parish Robertson conformaron la Colonia Monte Grande con escoceses que formaban casi trescientas personas, entre familias enteras, agricultores, carpinteros, manufactureros de lácteos, médico, arquitecto, herrero, botánico y hasta un scherif. Y aunque será el comienzo de la producción de hortalizas, verduras, frutas, dulces, quesos y manteca que aprovisionaban a Bs. As., hacia 1830 la colonia se disolvió frente al incumplimiento del gobierno que auspició su aventura y se dispersaron por la provincia. A ellos se les debe el uso de papel para envolver el pan de manteca y el uso del sulky. Obviamente su mayor herencia la podemos disfrutar recorriendo el bosque de Santa Catalina, detrás del ex rectorado de la UNLZ allí se pueden encontrar árboles cultivados por ellos. Y no podemos olvidar que la hija de uno de esos colonos se convirtió en la primera medica mujer de la Argentina, Cecilia Grierson, quien además de dedicarse a la medicina, en épocas de la fiebre amarilla, escribir libros sobre puericultura, enfermería, niños con capacidades diferentes, se tomo el tiempo para en 1925, en el Centenario de la Colonia Monte Grande escribir sobre la proeza que significo para esos escoceses cruzar el océano para arribar a estas pampas tan vírgenes y tan despojadas de toda civilización, con promesas de gobernantes que nunca cumplieron lo que hizo que se dispersaran por otros pagos donde encontraban mejores condiciones, pero ninguno dio marcha atrás, todos se quedaron a pelearla y hacer de esa tierra yerta un lugar productivo.
Así nuestras tierras quedan con pocos pobladores, todos dedicados a las labores de chacra y tambos principalmente.
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