Monumento a Juana de Ascencio Azurduy en Bs As.
El 12 de julio es el Día de las Heroínas y Mártires de la Independencia de
América ,
en conmemoración al nacimiento de Juana
Azurduy de Padilla.
Con seguridad puedo afirmar, que Juana no sería
la primera ni la más aguerrida mujer que participó en nuestros ejércitos. Quedó probado, que madres, esposas, hijas o
hermanas, se sumaban a los batallones militares, al comienzo relegadas por parte del ejército a tareas
típicamente femeninas, pero cuando el peligro acechaba no dudaron en
desenfundar las armas, activar cañones y otras actividades que quedaron
registradas en los partes militares, no sólo de las guerras por la
Independencia, sino ya antes, durante las invasiones inglesas. En ellas se destacan Manuela Pedraza y Martina Céspedes que obtuvieron reconocimiento militar. Luego en los enfrentamientos entre caudillos o en las
expediciones al desierto también estuvieron presentes las mujeres. Porque como dice Luis Vitale constituimos "La
mitad invisible de la historia" y aunque legalmente las mujeres fueron
incorporadas como oficiales en las fuerzas armadas en la década de 1990, de hecho lo hicieron
desde el comienzo de nuestra patria, tirando agua caliente a los ingleses en 1806/07 desde las azoteas, actuando como bomberas en las Guerras por la Independencia, y luego acompañando a sus hombres en las guerras internas, y en la Conquista del desierto, sin buscar ningún reconocimiento,
ni "papeleta" que reconociera sus servicios.
JUANA AZURDUY nació en Sucre, Chuquisaca, una de las ciudades del Alto Perú (hoy Bolivia) que formaba parte del Virreinato del Río de la Plata, el 12 de julio de 1780.
Hija de hacendados, se crió junto a campesinos aymará. Luego huérfana se educó en un convento. Sin embargo la vida
austera y rígida de las ordenes religiosas no eran para ella. Hasta ese momento su vida era tranquila como la de cualquier otra muchacha.
Conoce y se casa con el general Manuel Ascencio Padilla, con quien compartía ideales de libertad, y ambos se suman a la lucha y la guerra de guerrillas
del Alto Perú, bastión de resistencia al ejército realista, para impedir el
avance de las fuerzas godas en el norte del antiguo virreinato. A esta estrategia se la conoció como Guerra de Republiquetas, en las que las tropas criollas conocedoras del terreno realizaron una guerra de desgaste frente al enemigo que usaba estrategias académicas. Las mujeres a la par de sus hombres, pariendo, criando hijos, infiltrándose en los campamentos enemigos aprovechando su belleza cautivante para extraer información que llevaban a los criollos. Pero luego, como otras mujeres, Juana aprendió a usar la espada, la lanza y las boleadoras.
El 25 de mayo de 1809, justo un año antes del alzamiento de Buenos Aires,
se sublevó el pueblo de Chuquisaca. Se destituye al virrey y se nombra
gobernador a Juan Antonio Álvarez de Arenales. Es aquí donde aparece por primera vez la figura
guerrera de Juana. Y llega a quedar apresada junto con sus hijos por los realistas. Pero el mismo Manuel logra liberarla.
A la llegada del General Manuel BELGRANO, Juana y su esposo se presentaron ante él para prestar su colaboración. Juana logró reunir una milicia integrada por DIEZ MIL lugareños, a quienes entrenó y denominó Leales. Con ellos, combatió en AYOHUMA, y pese a la derrota, BELGRANO le obsequió, debido al coraje demostrado en el campo de batalla, una espada que ella usaría de allí en adelante.
A la llegada del General Manuel BELGRANO, Juana y su esposo se presentaron ante él para prestar su colaboración. Juana logró reunir una milicia integrada por DIEZ MIL lugareños, a quienes entrenó y denominó Leales. Con ellos, combatió en AYOHUMA, y pese a la derrota, BELGRANO le obsequió, debido al coraje demostrado en el campo de batalla, una espada que ella usaría de allí en adelante.
Su acción más famosa se produjo cuando su marido le encomendó la defensa de
la hacienda de Villar, mientras él dirigía un ejército hacia la región del
Chaco. Los realistas atacaron Villar para cortar la retirada del general
Padilla, y Juana lo defendió con sólo treinta fusileros. En uno de los asaltos
mató ella misma al jefe de la fuerza enemiga y le arrebató una bandera que
luego presentó a su esposo. Por esta acción en CERRO DE VILLAR, el 14 de septiembre de 1814, BELGRANO pidió al Director
Supremo de las PROVINCIAS UNIDAS DEL RIO DE LA PLATA, Juan Martín de
PUEYRREDON, que le concediera el grado de Teniente Coronela de los Decididos del Perú.
Juana engrandece su figura a partir del fallecimiento de su marido en 1816, en la batalla de Viloma.
Cuando San Martín se hace cargo del Ejército del Norte, decide cambiar la ruta de acceso a Lima, cruzando la cordillera de los Andes hacia Chile y navegar luego hacia Pisco (Perú) para luego dirigirse hacia Lima, el bastión realista, deja a Juana y al Gral. Güemes para que con su guerra de guerrillas, aprovechando los conocimientos del terreno generen una guerra de desgaste, y a la vez, distracción del enemigo.
En 1825, el General Simón BOLIVAR la ascendió a Coronela.
Juana, vio morir a sus cuatro primeros hijos de enfermedades tropicales, que llevaba junto a ella en el campo de batalla y combatió embarazada de su quinta hija que, en cambio, dejó al cuidado de campesinos.
Cuando queda viuda y con su única hija, se trasladó a Salta y se unió en la
defensa del Norte bajo el servicio de Martín Miguel de Güemes en donde se
convirtió en una valiosa combatiente junto a él, quien en 1816, obtuvo permiso
del director Pueyrredón para designarla teniente coronel con derecho al uso del
uniforme y con todos los privilegios del rango.
Billete Argentino propuesto por ONGs que trabajan a favor de la equidad de género en Argentina, pero que finalmente fue desplazado por el que lleva el rostro de Evita.
Tras la muerte del caudillo salteño, quedó carente de recursos
para volver a su patria chica.
Su vida entonces transcurrió en Salta reclamando inútilmente a Bolivia sus bienes
confiscados. Recién en 1825, el gobierno salteño le otorgó dinero para su
regreso.
Cuando Manuel Isidoro Belzu asume la presidencia le otorga una pensión,
pero sólo le fue pagada durante algunos años.
Ya anciana, vende la hacienda que le quedaba en Cullcu y sumado a su
pobreza se encuentra sola, debido a que su yerno es trasladado a trabajar fuera
de la ciudad, para donde también parten su hija y nieta.
El 25 de mayo de 1862, cuando estaba próxima a cumplir 82 años muere. Su cortejo
fúnebre estuvo integrado por unos pocos indios que llevaron el ataúd, el cura y
el joven Indalecio Sandi, bisnieto de su hermana Rosalía, con quien compartió
sus último días.
La historia de Juana y otras les
permitieron escribir a Ariel Ramírez y Félix Luna, un álbum de Mujeres
Argentinas, con
canciones a Juana Azurduy, Manuela Pedraza, Mariquita Sánchez, Guadalupe
Moreno y otras tantas.
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