MITOS SOBRE EL MAUSOLEO DE SAN MARTIN


La idea primordial fue depositar los restos en la Catedral porteña. El monumento 
que contiene al Libertador está hecho, casi en su totalidad, en mármol rosado,
 mientras que la base es de mármol rojo de Francia y la lápida de mármol rojo
 imperial. El sarcófago es de color negro belga.


 Los restos de San Martín se encuentran rodeados de tres esculturas          femeninas, que representan a cada uno de los países que éste liberó:           Argentina, Chile y Perú.

 Junto a él se hallan las urnas con los restos de los generales                                 Juan Gregorio Las Heras y Tomás Guido y los del Soldado                         Desconocido de la Independencia. 

MITOS SOBRE EL MAUSOLEO DE SAN MARTIN


                                    
Otro mito esta relacionado con el tamaño del féretro que acompañaba 

el cuerpo embalsamado del general, parece que era mayor al espacio                            que estaba reservado para él, por eso se encuentra ligeramente con                            la cabeza inclinada hacia arriba, mientras que otros dicen que estaría                          con la cabeza hacia abajo por su pertenencia a la masonería-

La capilla la realizó el arquitecto sueco Enrique Aberg que pertenecía 
al Departamento de Ingenieros Civiles de la Nación, según proyecto              aprobado por el Consejo de Obras Públicas.
Al igual que la arquitectura de ese momento, se inspiró en edificios de la  antigüedad romana y del renacimiento. El  techo de la capilla es una cúpula           con casetones decorados con dorado a la hoja y en el centro un plafón con   cristales emulando el sol.
De pronto, aparecieron siete jinetes. Eran siete viejos granaderos vestidos            con uniformes gastados en cientos de combates, remendados,                descoloridos. Aparentemente, nadie los había convocado. Ellos,        respetuosamente, se incorporaron a la escolta de los restos hasta la Catedral Metropolitana. 
Una vez ahí, montaron guardia ante el mausoleo de su ilustre jefe.
 Permanecieron hasta la mañana siguiente cuando, sin aspavientos, 
desaparecieron con la misma actitud con la que habían aparecido.
 A San Martín no le hubiese extrañado el gesto. El decía que "lo que mis
 granaderos son capaces, sólo lo se yo, quien los iguale habrá, 
quien  los exceda, no…"
Ese el origen del por qué son siete los granaderos que montan guardia.