“Amazona de las Américas”
Ella se llama Ana Beker que realizó la hazaña de unir a caballo Buenos Aires con Otawa, superando al profesor
el argentino de origen suizo Aimé Félix Tschiffely, entre 1925 y 1928 que había unido Buenos Aires con Nueva York en sus dos caballos criollos Gato y Mancha.
Como suele suceder en nuestra historia argentina se destacan las acciones de los varones y se esconde u omite faenas similares por parte de las mujeres.
Cuando fantaseaba con la posibilidad de labrarse un nombre en el mundo de la equitación, siempre tenía que escuchar la misma estupidez: “Eso son cosas de hombres”.
El 1 de octubre de 1.950 Ana, que habia nacido en Lobería, provincia de Bs As comenzaba la hazaña: la inició desde Buenos Aires, a caballo, hacia la capital de Canadá, Otawwa. Llegó a su meta el 6 de julio de 1954, tres años, nueve meses y cinco días.tuvo que luchar contra los prejuicios de la época, reivindicando el rol de la mujer argentina, mostrando su capacidad y.demostrando la equidad de género.“¿Por qué haces lo que haces?”, le consultaron en ocasiones, y siempre la misma respuesta: “Porque una mujer puede realizar cualquier cosa que se proponga”.
Así se la conoció como «La amazona de las Américas».
Su historia comienza desde su niñez.Vió la luz el 16 de noviembre de 1916 en Lobería (Provincia de Buenos Aires), de padres emigrados de Letonia; de allí su apodo de gaucha rubia,a los cuatro años ya se abrazaba a las patas de los potrillos que nacían y crecían en la chacra, luego la familia se trasladó a la localidad de Algarrobo, Partido de Villarino, donde poseían una pequeña propiedad rural. Ana de niña se escurria por las noches para dormir en los establos y asegurarse de que no le faltara nada a los caballos. Fue creciendo y se convirtió en una amazona destacada. Montaba desde los 5 años y con apenas 12 había adquirido sobradas aptitudes para las tareas rurales, que desarrollaba a la par de los peones de la hacienda familiar.Amaba montar en pelo ni bien salía el lucero, sobre el lomo fresco del animal, mientras los grillos todavía cantaban a coro. Decía que los caballos eran nobles y desamparados, como los niños, que ponían sus fuerzas al servicio de las personas, sin dobleces, ni ambiciones, ni hipocresías, al revés que los seres humanos.
La acusaron de entrometida cuando en una voleada de avestruces montó a la par de los hombres. Intentó correr una carrera cuadrera, pero debió renunciar ante las protestas de sus competidores.
Enamorada cono era de los caballos decide comenzar a recorrer distancias, en el año 1940, a sus 24 años, la joven realizó su primera “travesia” efectuando una distancia de 1.400 kilómetros, desde La Pampa hasta Luján, montando un doradillo llamado “Clavel”, hazaña que concretó en diecinueve días. Luego, en dos caballos criollos que le hiciera facilitar el Presidente Roberto M. Ortiz (“Zorzal”, un overo azulejo, y “Ranchero”, un doradillo), recorrió durante diez meses, la geografía del mapa patrio, denominado entonces de “las catorce provincias”, en el 1942.
Ana ya venía soñando con el recorrido por América por lo fue a escuchar una charla de Aimé Félix Tschiffely, antiguo maestro de Quilmes, quien, como se sabe, realizó el camino de llegar desde Buenos Aires a Nueva York con los dos caballos, Mancha y Gato, animales que se hicieron famosos después de cumplir aquella marcha. Tschiffely hizo un relato ilustrado con proyecciones de su viaje a través de veintiún mil kilómetros por los pantanos, ríos, montañas, fangales, selvas y desiertos del nuevo continente. Al terminar la exposición, se acercó a Tschiffely, y le dijo que proyectaba viajar con un caballo de silla y un carguero hasta la capital del Canadá. Le Tschiffely le aconsejó que no hiciese su travesía por Bolivia, dada la cantidad de ciénegas y desiertos de su geografía, a lo que Ana respondió: “Si usted pudo pasar, yo también podré”.
Una década le llevó a Ana Beker los preparativos para poder emprender su viaje a caballo a través de América y tuvo que salir a pedir apoyo económico para un viaje que le costó algo más de 50 mil pesos.El plan de unir Buenos Aires con Otawa estaba en marcha. No fue ni fácil ni rápido concretar la empresa, los preparativos se tomaron dificiles. Había que conseguir caballos, pertrechos y plata. Ana movió cielo y tierra para obtener apoyo económico, hasta llegar al despacho de la propia Eva Perón, que la aporto todo el apoyo que pudo incluso aportó fondos desde su fundación. .
Recibió el apoyo decisivo del entonces presidente Juan Domingo Perón, y de la “líder espiritual del pueblo argentino”, Evita Duarte de Perón. Ese apoyo le costó el ostracismo político y deportivo (al igual que a tantos hombres y mujeres) a partir del infame golpe de Estado cívico-militar-eclesiástico del 16 de junio de 1955.
La hazaña de Ana comenzó el 1º de octubre de 1950 por una mujer sola hace ya cerca de sesenta años en Buenos Aires,vestía a la usanza gaucha, con bombachas y botas de potro, sombrero de campo y pañuelo visto al cuello, con el caballo alazán malacara “Príncipe”, que le fue obsequiado por el polista Manuel Estrada y el alazán “Churrito”, regalo de un criador de La Pampa, Pedro Mack, ambos equinos de siete años de edad aproximadamente.Partió desde el mojón cero de la Plaza del Congreso, fue acompañada por una multitud de jinetes hasta su salida de la ciudad. Tomó la ruta 9 y poco después se produjo un accidente que dio en el suelo con ella, por lo que fue internada en el hospital de San Fernando. Pero Ana Beker se recuperó relativamente en poco tiempo, prosiguió la marcha hacia su NOrte.
Fue cruzando la provincia de Buenos Aires y la de Santa Fe, parando en los campos, le gustaba estar un buen rato junto al fogón, con el gauchaje, en las conversaciones tan animadas después del trabajo. No faltaba quien bromease, cuenta Ana: “¿Adónde va paisana, tan preparada como para no volver nunca?” Le decían: “Quédese nomás, que no andamos tan abundantes de gauchitas rubias por los pagos.
En Santiago del Estero el calor apretaba tanto que en una oportunidad al cruzarse con un changuito que cabalgaba sobre un burro llevando dos vasijas de agua decidió comprarle para sus caballos.
En Tucumán quedó asombrada por la belleza de la vegetación de esa tierra tan fértil. En Salta sintió orgullo de ser escoltada por unos gauchos “herederos de los famosos de Güemes, jinetes en óptimos caballos.
Tras completar los interminables trámites aduaneros en La Quiaca, pasó a Bolivia, donde todo su viaje cambiaría
Además de los caballos cedidos Ana pudo realizar su camino gracias a que muchos gobiernos de los países por los que pasó, la ayudaron brindándole alojamiento y facilitándole la gestión.
Entre las anécdotas pasadas por Ana Becker esta el pedido de matrimonio de un cacique,
como atraviesa sin dificultad la guerra civil en Colombia, su encuentro con un buscador de tesoros en el lago Titicaca y su escape de los cazadores de vicuñas. Vadeó tumultuosos ríos, se jugó la vida en ciénagas, despeñaderos y precipicios.Recorrió desiertos y arrostró sequías, lluvias torrenciales y tormentas de nieve. Pasó un frío glacial en altiplanos a más de 4.000 metros de altitud. También hubo días de calor implacable y de un sol tórrido. Durmió al raso, en grutas y en chozas de las que huían las ratas, cedidas por campesinos en su mayor deseos de ayudar.. Vio a curanderos realizar prodigios inexplicables. Sufrió insolaciones, hambre y penurias. Las garrapatas infestaron sus caballos y realizó con ellos jornadas de hasta 77 kilómetros diarios, lo máximo que les podía exigir. Vivió sismos y sintió la mirada glaciar de los jaguares.
Pasando "Oro Ingenio", a 3600 metros sobre el nivel del mar, para evitar un rodeo de muchos kilómetros, Ana decidió tomar un atajo por un cañadón. Lo recorría un río pequeño, que los caballos podían atravesar. Le advirtieron: “Que no la agarre el Angosto, pues entonces está perdida”. El río crecía de golpe y si la encontraba cruzando la cañada no había por donde escapar.
Ana no pensó que pudiera sucederle, confiaba en su andar ligero. A mitad de camino comenzó a llover con fuerza. El viento rugía entre las paredes de piedra. Príncipe, uno de sus caballos, se negó a seguir marchando, incluso antes de que lloviera. El caudal de agua comenzó a aumentar y una hora después los caballos ya no podían seguir ascendiendo.
El día se oscureció de repente. Ana intentaba mantener la calma. Se hacía de noche. Decidió regresar. Los caballos ahora no podían seguir ni en un sentido ni en el otro. Lo única salida que les quedaba era escalar aquellas paredes de piedra. Lo hicieron en la oscuridad hasta alcanzar un peñasco alto y angosto, donde solo pudieron esperar de pie.
Dice Ana que, entonces, cuando se supo a salvo, perdió el aplomo. Lloraba y gritaba, cantaba para aturdirse y no pensar. Fue una noche eterna. Cuando finalmente comenzó a aclarar, estaba tan desorientada que decidió montar y soltar las riendas para que los animales fueran según su deseo.
La encontraron cuatro campesinos, que la llevaron hasta un lugar llamado Tres Palcas. Les pareció que habían encontrado un fantasma. Una mujer alta y rubia con la mirada perdida, abandonada a la voluntad de sus animales. Su poncho mojado la cubría como una mortaja. El rostro sucio. Temblaba, enferma de miedo y frío.
Avanzaba por la carretera que lleva a La Paz cuando vio venir un camión de frente. Como sabía que Churrito se asustaba con los camiones, se corrió a un costado y comenzó a hacer señas para que disminuyera la velocidad. El chofer no hizo caso y embistió al caballo, lanzándolo más allá de la cuneta. La sangre del animal salpicó a Ana, pintándola de rojo. Los huesos de la cadera de Churrito estaban unos pasos más allá. Ana se levantó enloquecida y corrió a abrazarlo. El caballo lanzó un relincho y murió.
Después de la tragedia, Ana se quedó en La Paz por casi dos meses. Necesitaba reponerse, conseguir otro caballo y estaba empecinada en que el chofer pagara sus culpas mediante un juicio que nunca llegó.
Un diputado boliviano le regaló una yegua zaina de catorce años llamada Podre india. Con ella y Luchador, partió hacia el lago Titicaca. Montaba en la yegua porque no sabía ir de tiro. “Encabrestaba mal”, en palabras de Ana.
Cruzó el lago Titicaca por la parte más estrecha, a bordo de una canoa a vela del único barquero que se animó a trasladar los caballos.
Pasó a Perú el 14 de marzo de 1951. Conoció Cuzco y Machu Pichu. Debió vérselas con los cóndores, que volaban intentando asustar a los caballos para que cayeran por los barrancos y se convirtieran en su alimento.
Se encontró con cazadores furtivos de vicuñas con los que compartió jornada y fogón. Tuvo que cruzar el Altiplano, desértico y frío, donde la nieve y el hambre no le dieron tregua.
Los caballos marcharon desde las siete de la mañana hasta bien entrado el anochecer. Ana los vio caminar hasta desfallecer y, ya desesperados de hambre, morder un tronco de árbol, agarrar cualquier cosa verde que asomara entre las piedras, incluso comer su propia bosta, avergonzados.
Marchó hasta Nazca y luego a Pisco, el camino junto al mar la llevó hasta Lima. Pasaría en la capital casi dos meses. Ana estaba resuelta a cambiar los caballos. Transitar de Cuzco a Lima montando nada más que la yegua fue una odisea. Y Luchador, además, “hacía poco honor a su nombre”, en palabras de su dueña.
Mediante gestiones con el embajador argentino, consiguió que el ministro de Guerra le donara un caballo, que debía elegirlo ella misma en el Cuartel de San Martín. Cuando llegó, los oficiales estaban avisados. Fueron a revisar los caballos, pero todos los que le ofrecieron eran malos. Ana adivinó el engaño. Les dijo que no se decidía por ninguno, pero que regresaría en una semana.
Al día siguiente se presentó en el cuartel. Los buenos caballos habían aparecido como por arte de magia. Uno de los capitanes no podía para de reír al verla llegar: “Si siempre es así de lista, va a salir bien de todos los peligros”.
Tomó un alazán de cuatro años y medio, malacara, al que llamó Chiquito Luchador.
En Bolivia estuvo dos meses perdida, entre sus montañas.Los inconvenientes con los caballos no cesarían. En Puerto Bolívar, al embarcar para llegar a Guayaquil, Chiquito Luchador se patinó y casi se quiebra una pata. En Vince el mismo caballo cayó al agua desde una canoa y debió luchar contra la corriente para salvar su vida.
En Quevedo los tres no pudieron hacer equilibrio sobre un puente de madera y también cayeron al agua.
En un camino apartado, que Ana tomó para ahorrar kilómetros, pasaron frente a ellos, como una ráfaga, un toro bufando con un puma prendido de su cuello. Los caballos estaban aterrados y también ella. Escucharon, en el monte, el
último mugido de la res.
Al día siguiente la salvaron unos cazadores. Cuando Furia fue atacada por el mismo puma y huyó a todo galope, ellos lo mataron disparándole en plena carrera. En una oportunidad le dieron albergue en una casa donde habia cinco hombres y cuando sospecho que podrían abusar de ella salió escapando por una ventana
En Zumbahua, Ecuador, un tramo difícil, un jefe del lugar dispuso que fuera acompañada por uno de los indios pues el trayecto a recorrer era a campo traviesa. No obstante, sufrió un intento de violación por cinco hombres sin consecuencias debido a que logró huir a tiempo. Usó para defenderse su revólver y finalmente que permaneció escondida en un matorral una noche muy fría. Alguien corrió a avisar al cacique indio, y éste revólver en mano, y por la fuerza de los puños hizo cierta justicia.
.Fue recibida por presidentes y homenajeada de mil maneras a su paso, en desfiles, en clubes hípicos, en hipódromos, en corridas de toros. Pasó de dormir en ranchos, cuarteles e incluso cárceles, a hacerlo en las fincas más opulentas de los más diversos países.
Llegó a Panamá en barco, allí le dieron trato de “heroína”
Entre Costa Rica y Guatemala, la robaron unos bandidos. En México volvieron a asaltarla, pero ningún percance fue capaz de detener a esta mujer durante los años que duró su aventura.Participó de la cacería del jabalí, que es allí uno de los principales alimentos.
Pasó a México preocupada por el estado de Furia y Chiquito, tenían los lomos lastimados por las monturas. Recibió toda clase de atenciones por parte de los distintos grupos de charros, jinetes de anchos sombreros picudos, chaquetillas cortas y brillantes y pantalones ajustados, de gran tradición en el país.
La recibían en cada ciudad dándole alojamiento y comida para sus caballos y la acompañaban en sus trayectos de un pueblo a otro. También fue recibida por el presidente: se hicieron festivales en su honor, con exhibición de habilidades ecuestres, piales, manganas a caballo, monta de novillos, paso de la muerte.
Terminó su hazaña el 6 de julio de 1954, nada la detuvo, nada la amilanó por lo que Ana Becker desmontó frente a la embajada argentina en Otawa en compañía de los caballos “Chiquito” y “Furia”, reemplazantes de los caballos iniciales. Perdió sus caballos: “Príncipe” a consecuencia de un cólico, al ser mal alimentado en un descanso, y “Churrito”, atropellado por un camionero que se dio a la fuga. Para reemplazar al primero le llegó el tordillo blanco “Luchador” y para sustituir al otro le entregaron una yegua a la que llamó “Pobre India”. Ya en Lima, en mayo de 1951, le obsequiaron un caballo del ejército al que nombró Chiquito, donando a Luchador a un Club Hípico y luego obtuvo a Furia. En la frontera peruano-ecuatoriana entregó a Pobre India. Fueron Chiquito y Furia, dos ejemplares peruanos, sus compañeros durante el resto del camino proyectado. En este largo recorrido de 25.000 kilómetros, Ana Becker atravesó Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México y de Texas (Estados Unidos) volvió a partir rumbo a Nueva Orleáns, Washington, Nueva York y Montreal (Canadá) hasta llegar a Otawa, luego de emplear 3 años, 9 meses y 5 días para cubrir la distancia.
En las distintas ciudades canadienses grandes y niños formaban en doble fila para victorearla y para contemplar su paso. Era un acontecimiento cívico popular. El día domingo, como no trabajaban, fue una multitud la que asistió a este desfile, repetido en todos los pueblos que atravesaba. La gente de los distintos pueblos se daba cita espontáneamente para ver la Amazona Argentina marchar por las calles de sus ciudades en su camino al norte. Hubo una transmisión por Radio Canadá desde el interior de la sede diplomática Argentina. Y los caballos recibieron una ración generosa de alimento, pues eran también dos héroes.
Ana dejó en un libro los detalles de su travesía acompañado de mapas y anécdotas, editado en 1957, por la editorial La Isla dentro de la Colección La Aventura del hombre. Relatos de la historia real.por la editorial porteña La Isla, del hombre. Relatos de la vida real”
"Amazona de las Américas" como fue bautizado es un libro de viajes con minuciosos datos sobre periodistas, medios, y gobernantes que encontro en su camino, se lee como una novela de aventuras . Sin embargo carece de datos sobre nuestra heroína.
Este libro en 1955 se lo incluyó en la lista de perseguidos y perseguidas por su filiación peronista..
En este libro expresa: “En todos los países se me trató muy bien y fueron muchas las personas, políticos y periodistas que supieron recibirme y ayudarme. Los niños de las escuelas en innumerables localidades me esperaban y al pasar me tiraban flores, recibimiento tan sencillo como elocuente. En Méjico me esperaron muchas bandas de música con sus alegres canciones. En Nueva Orleáns me entregaron la llave de la ciudad y me nombraron ciudadana honoraria, acompañándome en casi todas las rutas de los Estados Unidos, policías montados para resguardarme del tránsito».En Washington fue recibida por la señora del presidente Eisenhower, y visitó la Casa Blanca. En Nueva York pasó por el Central Park y delante del Empire State
El 27 de noviembre de 1954 retornó a la Argentina a bordo del vapor Río Tercero, de la Flota Mercante Argentina. Con el correr de los años su salud fue empeorando y tuvo que ser internada en el Hospital Español de Lomas de Zamora, donde permaneció un tiempo, hasta que su familia, residente en Bahía Blanca, decidió trasladarla a dicha ciudad donde falleció en un geriátrico el 14 de noviembre de 1985. Sus restos fueron trasladados a Algarrobo y descansan en el cementerio de esa localidad.
Su proeza no fue superada hasta el presente.Como enhebrando perlas en un collar unió las tres Américas.
En la Revista “Mundo Argentino”, (21/07/1954) se le hizo una nata principalmente usando las cartas que Ana había enviado a su amiga Virginia Salussoglia
Ana tiene sus dos pequeños homenajes, en Algarrobo, pueblo que la vio crecer y desarrollarse, se la recuerda con su nombre a la plaza pública, descubriéndose en ella una placa en su memoria el 13 de diciembre de 1994 Y en Lobería, una calle lleva su nombre..
Fuente: revisionistas.com.ar