El
Cruce Libertario del Gral. San Martín. Una gesta que movilizó a varones y mujeres cuyanos en 1817.
Inicio
de la puesta en marcha del Plan Continental Sudamericano.
A más de doscientos años del cruce de los Andes por el Gral. San Martín pongo en marcha mi mano, recordando las aventuras, los percances y los triunfos de un pueblo, el cuyano, que hizo una hazaña que todavía se recuerda con orgullo.
Tanto los generales Manuel Belgrano como José de San Martín
presionaron a los Congresales de Tucumán para que en 1816 se declarara la independencia
de las Pcias. Unidas del Río de la Plata. Ese proceso que se inició en mayo de
1810 y sabían necesitábamos determinar
con firmeza.
Ambos conocedores de las fuerzas militares europeas y que
derrotado Napoleón, Fernando VII retomaría su corona, e incluso pediría ayuda a
la Santa Alianza para reprimir los lejanos territorios rebeldes. Los dos
veteranos de las expediciones hacia el Alto Perú conocían nuestra inferioridad,
persuadido de ello San Martín delega en el Gral. Güemes como en Juana Azurduy y
otros milicianos locales el inicio de tácticas de distracción y de desgaste, que
le dieran tiempo para formar una fuerza que atacara Chile y desde allí, por vía
marítima, sorprender el centro político
militar realista: Lima.
En 1812 se había casado con Remedios de Escalada, una refinada y delicada
adolescente veinte años menor al austero militar experimentado, que llegó para
poner su espada al servicio de nuestra emancipación. Al vincularse a esa
familia conquistaba posición y atraía al Escuadrón de Granaderos a Caballo, que
estaba organizando, a oficiales, como sus cuñados Manuel y Mariano y sus
amigos, los Necochea, Manuel J. Soler, Pacheco, Lavalle, los Olazábal, los
Olavarría y otros.
En 1814 San Martín logra ser nombrado gobernador de Cuyo, primero
con ayuda del Directorio, pero cuando pierde ese apoyo hace recaer fuertemente
en el pueblo cuyano la preparación para el Cruce de los Andes. Los patriotas
por voluntad y los realistas por expropiación aportaron caballos, mulas,
ganado, tejidos, y otros elementos necesarios para hacer frente a la hazaña del cruce por los pasos que el enemigo creía menos viables, por su
dificultad topográfica, su altura y las fuertes inclemencias climáticas que
eran necesarias atravesar.
Entre 1814 y 1817, mientras planeaba el cruce, desplegó una
Guerra de Zapa, es decir, una serie de maniobras para debilitar, desmoralizar y
confundir al enemigo y fomentar la
insurrección popular, en la que participaron como espías tanto hombres, mujeres
y niños que cruzaban la cordillera para relevar el terreno, enviar proclamas y
sembrar rumores equívocos, aún utilizó a los indios pehuenches para informar
que el cruce se daría por el sur de Mendoza, seguro de que esta información
llegaría a oídos de los realistas que ocupaban Chile. Así logró que el ejército
enemigo se dispersara y perdiera resistencia. Y con prácticas de guerrilla
desgastar las fuerzas realistas y lograr
la incorporación de militares chilenos a la causa patriota.
La ciudad de Mendoza, en especial el Plumerillo, se transformó en un gran cuartel y fábrica militar, casi todos
los pobladores cuyanos participaron
en la elaboración de pólvora y municiones, aprendieron a fundir armas y cañones,
tejer tela y coser ropa, preparar charqui y aportar cebollas y ajos para hacer
frente al mal de altura.
Los pasos utilizados fueron el de Uspallata, Piuquenes, el
Portillo, el Planchón y el de los Patos.
Encabezando a los 5000 soldados entre argentinos, patriotas chilenos y esclavos
donados, acompañados de alrededor de 1.600 caballos y 10.000 mulas, junto a las
piezas de artillería, sus mejores
hombres: Soler, O´Higgins, Las Heras y
Freyre.
Para ellos la base de la alimentación fue el valdiviano —plato sobre la base de
carne seca (charqui) machacado, grasa, rodajas de cebolla cruda y agua hirviendo—.
También llevaron galletas de maíz, vino, y aguardiente para disminuir el frío
nocturno. Además de reses para la provisión de carne fresca, quesos y ron.
En enero a febrero de 1817 San Martín es muy probable que, como el resto de la tropa,
cruzara los Andes en burro o en mula porque estos animales son más resistentes
a las condiciones de la cordillera que los caballos. Se cree que se llevaron caballos pero de tiro para luego ser
utilizados por la oficialidad en las batallas. Con respecto a la posibilidad de
que el general cruzara en camilla por sus afecciones asmáticas, ulcera y
reumatismo no habría sido en 1817 sino en 1819 cuando lo acompañaron 60
granaderos hacia zonas de aguas termales en Chile para recuperar su salud,
aquellos de los que habla la famosa canción folklórica.
Remedios, esa jovencita aristocrática porteña supo rápidamente
adaptarse al papel de acompañante del Gral. Encabezó un grupo de mujeres que se presentó ante el
cabildo para donar sus joyas y efectos personales valiosos para financiar el
cruce de los Andes, hecho que fue imitado por puntanas y sanjuaninas. También se puso al frente de aquellas que
armaron la Bandera de los
Andes, tras conseguir los paños celestes y blancos,
Remedios se puso a coser y sus amigas a bordar. Utilizando hilos de seda, lentejuelas
de oro de abanicos y el óvalo y el sol del escudo fueron adornados
con rosetas de diamantes y perlas de collares.
Otras mujeres mientras tanto donaron dinero, hacienda,
ponchos, calzado, alimentos, monturas, cosieron uniformes
y contribuyeron con la cesión de
esclavos, que supuso un importante incremento en el número de soldados de
infantería. Hasta en los
conventos las monjas, además de rezar, hacían vendas que servirían para curar a
los soldados.
Tampoco hay que dejar de lado el trabajo que hicieron las
mujeres cuyanas cuando los varones partieron a la guerra, al mantener las fincas, y los campos funcionando y sostener sus hogares.
A pesar de la prohibición de sumar mujeres al cruce por parte
del Gral., se rescata el caso de dos mujeres que transgreden esa orden. Una, Pascuala Meneses que se vistió de varón y se
presentó como voluntaria, pero fue descubierta en plena marcha y se la hizo volver a Mendoza.
La otra, Josefa Tenorio logró lo que se había propuesto, el Gral. Las Heras le
confió una bandera, ella, esclava de doña Gregoria Aguilar, lo único que
solicitó como compensación fue su libertad.
Se dice que
una mulata Jesusa Escalada acompañó
al matrimonio San Martín de Bs As a Mendoza, y hay versiones sobre que la mulata atendía
con esmero al Gral. y que lo acompañó a Chile y Perú donde habría nacido
un hijo presumiblemente del Gral. Ya que
se dice que le habría dado el apellido. Conociendo de los muchos males que
aquejaban su salud no es extraño que haya llevado alguien que se encargara de
su alimentación, su abrigo y su salud. Incluso se dice que el Protector del
Perú la habría liberado, sin embargo, otra rama de biógrafos aseguran que la
mulata se caso en Mendoza y se quedó allí con su marido e hijos.
La India Magdalena ¿Cuál habrá sido
su nombre pehuenche? Porque todos la conocían como la “India Magdalena”, pero
Magdalena es nombre de los blancos, uno de los nombres de su libro sagrado, la
Biblia. Su madre y su abuela le habían enseñado los rudimentos del tejido:
transformar la lana en hilo, armar las rústicas madejas, el correcto uso del
telar. En Mendoza era mentada, porque sus mantas y sus ponchos eran muy
estimados. Pero si en algo era experta
la India Magdalena era en conocer los yuyos, las tierras, y los frutos que iban
a darle colores a sus tejidos. El General necesitaba el azul. El primer intento
lo había hecho otra habitante de San Carlos, Juana Mayorga, pero no logró
cumplir con el encargo. San Martín le habló a Magdalena. Le explicó de los
uniformes y otra vez apareció el color azul. –Haré todo lo que pueda, General
–dijo la india y fue a buscar con alguna ayuda los yuyos para la tarea. Fueron
días y días de trabajar con cacharros, grandes fuentones, agua y fuego. Pero no
fue posible. La india sólo logró teñir unos pocos uniformes con azul desparejo,
por ahí se iba sobre la tela y por ahí volvía. No pudo Magdalena y era lógico.
Ella estaba acostumbrada a teñir pequeñas parcelas de lana para algún tapiz o
algún poncho. Hacerlo con los miles de uniformes no era tarea para dos manos
pehuenches, el gobierno optó por convocar al ciudadano Francisco Javier
Correas, conocedor de productos químicos, quien termino el trabajo.
En cuanto a compañía femenina al general mientras estuvo en Mendoza, habría
sido una dama mejicana llamada María Josefa Morales de los Ríos,
viuda de Pascual Ruiz Huidobro, conocido militar español que apoyó la
Revolución de Mayo, fallecido en Mendoza en 1813.
Hay autores que rescatan a una dama patriota y acaudalada que le
cedió su hacienda en Barranca cerca de
Lima para que el libertador se hospedara.
Fermina González Lobatón, dueña de un ingenio azucarero en Perú, que habría sido madre de un niño bautizado como Domingo de San Martín.
El romance más comentado pero ya durante su permanencia en Lima, fue con Rosita Campusano de Cornejo,
a quien llamaban "la
Protectora". Hija bastarda de un funcionario español con
una mulata, fue amante de un acaudalado comerciante español que la introdujo en
la sociedad limeña. Los secretos de alcoba que obtuvo de un oficial realista
fueron suministrados a los patriotas que así pudieron anticiparse al accionar del
enemigo. Por esta actividad clandestina, San Martín le otorgó la "Orden del Sol",
junto a otras 111 mujeres que habrían apoyado la causa revolucionaria, a pesar
de que la aristocracia de Lima desaprobase esta distinción. Sus acciones
patrióticas le merecieron la persecución
de las autoridades españolas al extremo
de ser detenida e interrogada por la Inquisición, pero fue liberada.
En su casa se realizaban grandes tertulias en donde concurrían
funcionarios y militares realistas, pero también patriotas que apoyaban la
revolución. Al llegar San Martín a la capital peruana, ambos entablaron una
amistad que se transformó rápidamente en una apasionada relación. Ellos vivían
en la Quinta de La Magdalena a 12 km de Lima. Aunque la misma no trascendió públicamente, a la Campusano se la denominó "la
Protectora". El mito trasunta que tuvo un hijo con el Padre de la Patria,
a quien se lo conoció con el mote del "generalito". Todo terminó al
marcharse el militar argentino de la capital del Perú en setiembre de 1822. Cuando
San Martín viajó para entrevistarse con Bolívar en Guayaquil, lo hizo sin su
compañera Campusano.
En Guayaquil, a pesar de la
brevedad de su permanencia, conoció
a una importante dama patriota con quien mantuvo una relación, Carmen
Mirón y Alayón, que terminó en descendencia: Joaquín Miguel de San Martín y Mirón se dice que este hijo conoció a su padre mientras este vivía en Europa.
Estos últimos datos sobre las compañeras del general en su campaña libertadora demuestran que varones y mujeres cada uno a su modo y como pudo contribuyó a la conquista de la libertad para el subcontinente sudamericano.
Héroes son aquellos varones y
mujeres que son capaces de realizar hazañas, como lo hizo San Martín y
el pueblo cuyano, tanto varones como mujeres, al preparar el Ejército de los Andes para el Cruce de la
Cordillera. Son tales porque precisamente son personas las que hacen las hazañas,
humanos limitados, con debilidades y flaquezas como los demás, pero con una
capacidad especial de entrega a una causa. Eso fue lo que hicieron. San Martín de vigorosa racionalidad y mentalidad universalista había adherido por
su formación masónica a la causa de la autodeterminación de los pueblos y vió en América la Patria en la que era posible la realización de su ideal de
libertad, puso su espada al servicio de la causa emancipadora que dió sentido a
toda su existencia, convertida en una misión que llevó a cabo con una voluntad
de hierro.
FUENTES:
www.elhistoriador.com.ar
http://www.sanmartiniano.gov.ar
Victor Barrionuevo Imposti. “La mujer en las campañas sanmartinianas”
Revista "Todo es historia", Suplemento: Nº 29.
www.todo-argentina.net
Maurilli, Liliana. “Mujeres
de la gesta sanmartiniana”. Palabra de Mujer - Entrega N° 45 16/08/2012 en http://www.radiocordial.com.ar