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sábado, 1 de marzo de 2014

Romanticismo a través de la pintura en la corte rusa del siglo XIX.

De objeto a sujeto de arte,
Christina 
Robertson

Así se autorretrató Chistina Robertson, una de las pocas mujeres que trascendió en la historia del arte por ser pintora, a comienzos del siglo XIX.

Desde antaño se destacaron las figuras femeninas, ya fuera de deidades o de nobles, sin embargo si bien el dibujo y la pintura se enseñaba a las niñas de buena posición a partir de la modernidad, se esperaba que fuera sólo un pasatiempo; que pintaran flores, animales domésticos o alguna naturaleza muerta que quedaran a la vista sólo de la familia. Escasas son las mujeres que podemos  encontrar mencionadas en los libros de historia del arte como artistas y no retratadas.  Una de las pintoras destacasdas en la pintura del siglo XVIII-XIX es Christina Robertson, una de las que pasó de ser objeto retratado a sujeto artístico creador. 

Si bien no hay muchos datos sobre su vida, sabemos que su origen era escoces, pero sin embargo, se destacó como retratista en la corte imperial rusa, estaba casada y debió hacerse cargo del sustento de sus hijos.
Christina nació con el apellido Sanders,  en la ciudad escocesa de Fife en 1796, en el seno de una familia de artistas. De allí que habría recibido formación artística  probablemente dentro de su hogar. 
Inicialmente se destacó como miniaturista, un género que tenía gran éxito en aquellas épocas previas a la fotografía. Luego saltaría a los retratos.

Contrajo nupcias con otro artista, James Robertson, y desde 1822 adopta su apellido de casada. Inicialmente la pareja se estableció en Londres y se sabe que  tuvo ocho hijos, de los cuales sobrevivieron sólo cuatro.


Desde su estudio londinense, Christina empezó a participar en las exhibiciones anuales de la Real Academia de Londres y Edimburgo y expuso su obra en distintos centros artísticos. Su talento fue reconocido en 1829 cuando se convirtió en la primera mujer en recibir el título de miembro honorífico de la Academia Escocesa. 
Siendo París la capital del arte, Christina realiza varios viajes hacia ese faro de las bellas artes, donde entró en contacto con clientes rusos, entre ellos Anna Sheremeteva (derecha), que con el tiempo le abrirían las puertas del Palacio Imperial de San Petersburgo. Mientras tanto, sus trabajos se incluían también en periódicos y revistas que aumentaron su fama y notoriedad. 
Su gran oportunidad llegó en 1839 cuando la pintora participó en una exhibición de la Academia de Arte en San Petersburgo donde fue aclamada por el público en general y la crítica en particular. Su fama llegó a la corte rusa donde al año siguiente fue llamada para retratar a Nicolás I y su esposa la emperatriz Alexandra Feodorovna.

En este retrato de Maria Nikolaevna con sus hijos, como en el anterior de Anna se observan las características del romanticismo, figuras femeninas en ambientes palaciegos, donde se destacan las vestimentas, cortinados, lámparas y otros objetos que muestran la jerarquía social que ocupan y la mirada melancólica en la exageración de los sentimientos sobre la razón. 

Lo mismo se puede observar en la imagen de la Gran Duquesa Maria Alexandrovna que se encuentra a la derecha o en el de la  Duquesa  Zinaida Yussupova, abajo a la izquierda.
En 1841 era elegida miembro de la Academia de Arte rusa y volvía a Inglaterra donde permanecería seis años. 

Cuando en 1847 volvió a Rusia sería para vivir los últimos años de su existencia. 
A pesar de que continuó pintando para la familia imperial y recibió encargos de distintos clientes de la alta sociedad, las hostilidades ruso-inglesas originadas a raíz de la Guerra de Crimea, no fueron favorables para una británica en tierras rusas. 

Así sus últimos años de vida fueron angustiantes por el empeoramiento de su salud, la disminución de encargos y los problemas económicos ocasionados por la falta de pagos de algunos de sus trabajos. 
A pesar de todo continúo en Rusia, la muerte la encontraría en San Petersburgo en 1854, y su cuerpo descansaría eternamente en el cementerio de Volkov.
Sus obras cayeron en el olvido hasta finales del siglo XX cuando comenzaron a tomar valor en las subastas tanto de  Rusia como  Escocia.

Fuente:
Sandra Ferrer en Grandes mujeres en la historia

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